PUEBLO ORIGINARIO DE LOS KALASH, NORTE DE PAKINTAN.
Foto M. J. Castillejo, 2008
Tener la posibilidad de experimentar la esencia de la madre tierra no se puede explicar con palabras.
La sabiduría que me han regalado los pueblos originarios ha sido tal, que vivir fuera de esa riqueza se hace insufrible.
Antes de partir me permitieron dar las gracias al agua, para ellos yo soy agua, fuerte, pura, flexible y transparente, inquieta. Nada se puede resistir a ella... y el agua se fundió en mí y yo me fundi con el agua, en esas décimas de segundo entendí que mi lugar eran todos los lugares, que no estoy aquí ni para enseñar ni para aprender porque ni siquiera soy, que el trabajo duro al que te enfrentas es en beneficio de aquel que no tiene la oportunidad de entender lo que le rodea, que la madre tierra me impregna en cada paso y el universo continuamente trabaja para mi abriéndome el camino hacia esa muerte creada en los inconscientes insensatos, porque la muerte es mentira.
Así es como una huinca se fue convirtiendo en hija de la tierra.
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