sábado, 24 de febrero de 2018

CERRANDO CICLOS

Fue para mi realmente difícil mi partida. No se el tiempo que estuve llorando, lo hacía un día otro y otro desconsoladamente, me sentía tan débil, tan frágil, tal lejos del mundo, nunca nadie desde que tengo uso de razón me enseñó a caer, a sentirme nada, pero tenía una necesidad imperiosa de cerrar ese ciclo de mi vida. Es verdad que no todo fueron sufrimientos, no todo fueron tristezas, no todo fueron soledades, entre medio, como rayos de sol vislumbraban esperanzas y cada vez que aparecían me aferraba a ellas como si fueran mi más grandioso tesoro.

Llegué a mi nuevo hogar en Enero, en pleno verano en el cono sur. Las tristezas las llevaba en mi equipaje pero nunca perdí la esperanza de poder encontrar "un algo mejor". Comencé muy pronto a tener una rutina, salía a trotar en las mañanas por la playa, charlaba con algún vecinx, pero mayoritariamente estaba sola, con mis perros y mi gato hasta que empecé a estudiar en una Universidad en Santiago de Chile para poder entender como funcionaban las Políticas Públicas en el país, si mi intención era quedarme por siempre. 

Rosa dormía en la mañana, durante las noches permanecía en vela, al principio me decía que era debido a un accidente que sufrió años atrás y le costó recuperarse, ahora se la verdad. El caso es que estar tantas horas a solas me permitía recrearme en aquello que más me gustaba, debía escribir un ensayo mensual para la Universidad, así que comencé a encerrarme en mi rincón a leer y escribir. No os mentiría si os dijera que leía a libro por día, lo hacía, si no era más, además encontré un nuevo hobby, la jardinería.

Como veis las cosas transcurrían aparentemente de forma normal, un día se sucedía a otro durante aproximadamente el primer año en Chile, hasta que nuevamente me tocó ir a clase y cuando llegué ¡sorpresa!  mis compañeros y profesores me empezaron a dar las gracias, todo el mundo estaba eufórico, me felicitaban, me abrazaban, me besaban... muy a lo chileno pensé. No tenía ni la más mínima idea de lo que sucedía, hasta que alguien me dio las gracias por la donación.

¿Donación? Yo no había hecho ninguna donación... la Doctora Alba comenzaba a hacer de las suyas, no me queda muy claro si fue realmente ella, pero probablemente lo hizo alguien de su círculo.
Y creerme, no fue la primera vez, eran sus estrategias para recordarme que estaba ahí y que era ella la que mandaba. 

La Doctora no se dejaba ver tan fácilmente, si que apareció en casa de sorpresa alguna vez, pero durante los 8 años que viví en ese refugio, fue la primera y la última vez que se sentó en el sofá y compartió un café y una conversación con Rosa y conmigo, así que comencé a olvidar su existencia... hasta que encontré trabajo y una nueva ocupación estudiando, ahí comenzó la fiesta de nuevo.


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