En un día muy helado, un grupo de erizos que se encuentran cerca sienten simultáneamente la necesidad de juntarse para darse calor y no morir congelados.
Cuando se aproximan mucho, sienten el dolor que les causan las púas de los otros erizos, lo que les impulsa a alejarse de nuevo.
Sin embargo, como el hecho de alejarse va acompañado de un frío insoportable, se ven en el dilema de elegir: herirse con la cercanía de los otros o morir. Por ello, van cambiando la distancia que les separa hasta que encuentran una óptima, en la que no se hacen demasiado daño ni mueren de frío.
Alberto Benegas Lynch (h) indica que no pocos estudiosos de la física comprenden lo humano y espiritual de manera más profunda que quienes son estudiosos de las ciencias sociales.
Siempre me ha llamado la atención que no pocos estudiosos de la física, es decir, de lo que habitualmente se entiende por materia, comprenden lo humano y espiritual muchas veces más profundamente que quienes son oriundos de las ciencias sociales que con algunas de sus reflexiones en la práctica niegan la condición humana.
Aquel ha sido el caso, por ejemplo, de Max Planck, el premio Noble en física, célebre por la teoría cuántica. En su libro traducido al castellano como ¿Hacia donde va la ciencia? apunta que “Se trataría de una degradación inconcebible que los seres humanos, incluyendo los casos más elevados de mentalidad y ética, fueran considerados como autómatas inanimados en las manos de una férrea causalidad […] Esta es una cuestión muy importante, especialmente en la actualidad, debido a la difundida e injustificada tendencia a extender los dogmas del determinismo científico a la conducta humana y así descargar la responsabilidad de los hombros de los individuos”.
Lo dicho por Planck resulta fundamentalísimo precisamente en momentos en que el materialismo invade muy diversos campos de estudio dentro de las ciencias sociales. Así se sostiene que lo que decimos y hacemos deriva de nuestras respectivas programaciones, que somos como el loro, más complejos pero loros al fin. Que somos kilos de protoplasma sin estados de conciencia, mente o psique, lo cual no nos permitiría distinguir entre proposiciones verdaderas y falsas, no seríamos capaces de ideas autogeneradas, no podríamos argumentar, no tendría sentido la responsabilidad individual, la moral y la propia libertad ya que no habría libre albedrío.
Lo que sostiene Planck puede aparecer como inocente y despegado de la realidad pero está encajado en la psiquiatría donde no pocos profesionales paradójicamente desconocen la psique, no distinguen la mente del cerebro y parlan de “enfermedades mentales” cuando la patología explica que la enfermedad consiste en la lesión de células, órganos o tejidos pero los comportamientos y las ideas no pueden estar enfermas. En el derecho, especialmente en la rama penal, muchas veces ocurre esa confusión por lo que se concluye que el delincuente no debe ser castigado puesto que no es responsable de sus actos. En la economía, también paradójicamente en la teoría de la decisión en el contexto de la novel neuroeconomics.
El premio Nobel en neurofisiología John Eccles ha escrito el libro La psique humana para refutar el determinismo materialista y ha publicado un libro en la misma línea argumental con Karl Popper que lleva el sugestivo título de El yo y su cerebro. Eccles ha escrito en el ensayo titulado “Cerebral Activity and the Freedom of the Will” que “negar el libre albedrío no es un acto racional ni lógico. Esta negación presupone el libre albedrío debido a la deliberada elección de esa negación, lo cual es una contradicción”.
En otras palabras, mientras algunos economistas, profesionales de la psicología, abogados y cientistas sociales en general se debaten en una carrera mezcla materialismo con planificaciones forzosas de vidas y haciendas ajenas, hay distinguidos estudiosos de las ciencias físicas y médicas que comprenden mejor el espíritu del ser humano. Vean en el sentido anterior por ejemplo la manifestación del premio Nobel en economía Paul Samuelson que en 1989 –el mismo año del derrumbe del Muro de Berlín– quien escribió en una nueva edición de su Fundamentos de análisis económico que la Unión Soviética muestra que “una economía socialista planificada puede funcionar e incluso prosperar”.
Esta curiosidad de científicos de la materia que entiendan las ciencias humanas mejor que los propios especialistas en esa área tal vez se deba a que por contraste al estudiar la energía propia de la materia al observar a las personas se percatan de que se trata de algo de naturaleza bien distinta y única respecto al reino animal. Sin embargo, se nos ocurre decir que quienes están embarcados en el estudio del hombre erróneamente lo extrapolan al mundo físico sin haberlo profundizado.
Tenemos el caso extraordinario de Michael Polanyi, justamente físico y médico quien ha escrito obras de gran calado sobre las ciencias sociales. Fue quien desarrolló la idea del “conocimiento tácito” en el contexto del mercado libre en el sentido de quienes ponen en práctica lo que saben aunque no puedan explicar como lo llevan a cabo. Es el caso de la mayor parte de los ciclistas, simplemente andan sin explicar las leyes físicas inherentes al proceso. Esto complemente lo señalado por Friedrich Hayek en cuanto a la coordinación en el mercado a través del sistema de precios, cada uno ocupándose de su interés particular pero crean productos finales que no estaba en su intención producir, solo contribuyeron en partes insignificantes. Como antes he escrito, es lo mismo que pone en evidencia John Stossel cuando ilustra lo dicho con un trozo de carne envuelto en celofán en un supermercado e invita a que cerremos los ojos e imaginemos en regresión desde el agrimensor, los alambrados, los postes, las cosechadoras, lo plaguicidas, los fertilizantes, el ganado, los caballos, las monturas cada uno haciendo lo suyo sin pensar en el trozo de carne en el supermercado. Nos invita a imaginar las miles de empresas horizontal y verticalmente que participan sin que nadie dirija todo el proceso y si se lo pretende dirigir (planificar) se destroza toda la cadena espontánea y hay faltantes y eventualmente no aparece la carne en la góndola.
Polanyi en The Logic of Liberty alude al proceso espontáneo de mercado de al decir primero que cuando se observa un jardín arreglado o una máquina funcionando suponemos que alguien lo hizo, esta es la forma obvia del orden pero también, sigue diciendo Polanyi, que una jarra de agua la llena con una densidad igual en un plano horizontal sin que nadie lo diseñe, ese es el orden físico pero “cuando el orden se logra entre seres humanos a través de permitirles que interactúen entre cada uno sobre la base de sus propias iniciativas se logra un orden espontáneo”. De modo que tenemos el orden obvio, el orden físico y el orden espontáneo que Adam Smith bautizó como “la mano invisible”.
También Polanyi en Meaning (editado por H. Prosch) se detiene a considerar la vital importancia de la libertad para discutir públicamente muy diversas perspectivas, la necesaria libertad para investigar en las ciencias, la libertad para debatir los resultados de lo que se descubre en el campo de las instituciones y los fallos judiciales, la libertad para cada uno seguir su proyecto de vida sin lesionar iguales derechos de terceros, en otros términos, la libertad como oxígeno vital y como fundamento del respeto recíproco.
El premio Nobel en medicina Roger W. Sperry hace notar que “la conciencia está concebida para tener un rol directo en la determinación de las pautas en la excitación del cerebro. El fenómeno de la conciencia en este esquema está concebido para interactuar y en gran medida gobernar los aspectos histoquímicos y fisiológicos y las mentales […] lo cual significa una contradicción directa con las tesis centrales de behavorismo y con la filosofía materialista”. Por esto es que el antes mencionado filósofo de la ciencia Popper concluye que “si nuestras opiniones son resultado distinto del libre juicio de la razón o de la estimación de las razones y de los pro y contras, entonces nuestras opiniones no merecen ser tenidas en cuenta. Así pues, un argumento que lleva a la conclusión de que nuestras opiniones no son algo a lo que llegamos nosotros por nuestra cuenta, se destruye a si mismo”.
El propio Heisenberg enfatiza que la indeterminación en el mundo subatómico no significa libertad en las partículas sino la dificultad que presenta el uso de instrumentos (establece la conexión entre la física y la visión filosófica en Phisics and Philosophy. The Revolution of Modern Sciences) y, en este contexto, el neurocirujano Wilder Penfield en The Mystery of Mind destaca que Hipócrates fue el primero en señalar la relación mente-cuerpo que “fue incluida en una conferencia dirigida a un grupo médico sobre la epilepsia […] dijo que ´Para la conciencia el cerebro es un mensajero´. En realidad, su discusión constituye el mejor tratado sobre la mente y el cerebro que apareció el la literatura médica hasta bien transcurrido el descubrimiento de la electricidad”. El mismo autor subraya que en la fórmula clásica de juramento médico hipocrático está presente un código moral que el materialismo rechaza y resume el punto al escribir que “la función de la materia gris es la de llevar a cabo la acción neuronal que se corresponde con las acciones de la mente”.
Albert Einstein en carta a Robert Thornton el 7 de diciembre de 1944 ha manifestado que “Concuerdo plenamente con usted sobre el significado y el valor educativo de la metodología y la historia y la filosofía de la ciencia. Hay tantas personas hoy –incluyendo a científicos profesionales– que me parecen como alguien que ha visto miles de árboles pero nunca vieron un bosque. El conocimiento de antecedentes históricos y filosóficos otorga independencia de prejuicios de su generación, lo cual sufren muchos científicos. Esta independencia creada por una visión filosófica es –en mi opinión– la marca distintiva entre el mero artesano y especialista y el que realmente busca la verdad”.
En resumen, es llamativo que muchos estudiosos de lo material tengan un concepto sobre lo espiritual más acabado que no pocos de los que trabajan en las ciencias sociales que se empeñan en aniquilar la libertad y que son habitualmente los asesores de figuras autoritarias. Jaques Rueff en La visión cuántica del universo. Ensayo sobre el poder dice que es en verdad muy llamativo que deban utilizarse microscopios y otros instrumentos para conocer la naturaleza de la materia y a simple vista se ve la condición humana sin microscopios y otros instrumentos de laboratorio y sin embargo se niega la naturaleza libre del ser humano.
Todos los personajes citados han tenido rasgos geniales sin que se les prestara la suficiente atención en el tema aquí tratado a pesar de sus sapiencias, pero como ha escrito Johnathan Swift (en Thoughts on Various Subjects, Moral and Diverting), “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él”.
La sociedad paliativa: el nuevo libro de Byung-Chul Han
11.09.21 - Sur Corea - Afroféminas
Por Melina Schweizer
“La Sociedad Paliativa” es el nuevo libro del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, cuya propuesta central está basada en la fobia al dolor, desarrollando la idea, que en la sociedad actual ya no hay espacio para el sufrimiento debido a que el dolor ha sido despolitizado, convirtiéndose en un asunto privado y meramente médico en donde la nueva fórmula de dominación social es “sé feliz”.
El filósofo Byung-Chul Han en su último libro nos introduce en el concepto de la algofobia o miedo excesivo al dolor, para ello, el autor nos habla sobre lo que él denomina la “sociedad paliativa”, una sociedad extremadamente positiva cuyos lemas son diversidad, comunidad, compartir, igualdad de derecho, en donde desaparece lo otro en tanto enemigo. En este tipo de sociedad la información y el capital alcanzan su máxima aceleración debido a que los componentes sociales están atomizados, es por esto que, Han nos advierte que la negatividad no tiene cabida en la sociedad neoliberal del rendimiento, debido a que se nos ha inculcado que nosotros solo competimos con nosotros mismos.
Sin embargo, el autor también reflexiona sobre la pandemia, la política, la cultura, las comunicaciones y la economía, por lo que empieza señalando que hoy impera en la sociedad del “me gusta”, una fobia al dolor, un injustificado miedo al sufrimiento, en donde la tolerancia al mismo disminuye, por lo que cada vez, hay menos espacio para el conflicto, la crítica o los cambios profundos, menos espacio para la revolución.
Algofobia y política
Para Han la algofobia o el medio al dolor, también ha alcanzado a la política aumentando la presión por alcanzar acuerdos y consensos, lo que termina ubicando a la misma en una suerte de zona paliativa en donde pierda toda vitalidad a causa de esto el difuso centro se ha convertido en un lugar paliativo de la política donde la falta de alternativa opera como un analgésico, entonces lo que se genera es un estado de democracia paliativa, una especie de post-democracia en donde los políticos huyen de los conflictos. Asimismo, nos expone que las políticas paliativas no son capaces de hacer reformas profundas, porque estas necesitan de acciones dolorosas, por lo que remata diciendo que se trata de una política incapaz de enfrentarse al dolor, constituyéndose finalmente en una continuidad de lo mismo, en la que impera la positividad absoluta eliminando el dolor.
La psicología positiva y su ideología de la resiliencia
Para Han la psicología actual está mayoritariamente centrada en la premisa de la reafirmación, por lo que carece de la capacidad de ocuparse de lo que causa el sufrimiento. De una psicología del sufrimiento pasamos a una psicología positiva que se ocupa del bienestar y de la felicidad, evitando a toda costa, el pensamiento negativo, y es allí donde surge la ideología general de la resiliencia.
La ideología de la resiliencia toma las experiencias traumáticas como potenciadoras del rendimiento, en donde el entrenamiento de la resiliencia puede convertir al ser humano en un ser de rendimiento e insensible al dolor y continuamente feliz.
Entonces, el sufrimiento externo del cual es responsable la sociedad,se privatiza y se convierte en un asunto psicológico interno, por eso lo que hay que mejorar ahora no es a la sociedad, sino al individuo, quitándole responsabilidad al Estado, a partir de esto empiezan a surgir los coach motivacionales, puesto que el dolor a sido reducido al territorio exclusivo de la farmacia, impidiendo que este se haga lenguaje y crítica.
La sociedad paliativa se inmuniza frente a la crítica con ayuda del medicamento y de los mensajes anestésicos de los medios de comunicación, además, de volver el sufrimiento un asunto privado al igual que la felicidad, en donde el sufrimiento pasa a ser resultado del fracaso propio, abriéndole las puertas a la depresión.
La felicidad pasa a ser cosificada, convirtiéndola en una suma de sensaciones positivas, que sólo es posible en fragmentos, transformándola en un confort apático.
La cultura de la complacencia
La sociedad paliativa interpreta al dolor como debilidad, como algo que debe ocultarse o eliminarse, es por eso, que hoy el dolor está impedido de expresarse, está mudo, debido a que vivimos en una cultura de la complacencia que imposibilita la catarsis, y nos sugiere que debemos ocultar nuestros dolores debajo de la alfombra de la positividad, de la complacencia que impulsa la mercantilización de la cultura.
La cultura se convierte en economía y la economía se convierte en cultura, por lo que el diseño penetra en el ámbito del arte, mezclando el arte y el consumo rompiendo la relación entre el poder y el dolor, produciendo así un cuerpo productivo y disciplinado, que en la sociedad de rendimiento neoliberal deja de ser víctima o medio de producción, para pasar a ser un cuerpo hedonista incapaz de soportar el dolor.
El dolor y su relación con la libertad
Al dolor carecer de sentido, pierde relación con el poder, por ende, el dolor se despolitiza y se convierte en un asunto médico, en donde la nueva fórmula de dominación es !sé feliz, vive hoy!. La positividad reemplaza la negatividad del dolor, debido a que ahora la motivación es alcanzar un mayor rendimiento, haciendo que el sometido ni siquiera sea consciente de su sometimiento.
Hoy las personas consideran que son libres, puesto que la libertad no se reprime, se explota. El imperativo de ser feliz genera una presión más devastadora que el imperativo del deber, el régimen neoliberal del poder asume una forma positiva, en donde el poder pasa a ser elegante, y el poder elegante no duele porque se las arregla sin represión, volviendo así más seductora y positiva la sumisión disfrazada de autorrealización que simula ser libertad, pero solo es una fase que hace más invisible al represor y su poder disciplinario.
Las comunicaciones en la sociedad paliativa
Estamos constantemente incentivados a expresarnos, incluso las redes sociales nos exhortan a empoderar nuestra voz pero esta es una forma elegante de vigilancia sutil y permanente, la comunicación total acaba coincidiendo con la vigilancia total, en donde el desnudamiento pornografico de nuestras vidas acaba siendo lo mismo que la vigilancia panóptica.
En las redes sociales se promueve la felicidad, el éxito y el empoderamiento que no es más que otro dispositivo neoliberal que se encarga de que cada uno se ocupe más de sí mismo, de su propia psicología y que nadie se cuestione o critique la situación social, convirtiendo las misma en el infierno de lo igual, en una zona paliativa del bienestar por lo que no hay espacio para el dolor.
Al dolor ser expulsado de la vida online fluye entonces la realización personal, así que la comunicación alcanza su máxima velocidad, lo que actualmente denominamos como inmediatez, en donde el “me gusta” supuestamente acelera la comunicación pero, por el contrario propende al enmudecimiento, y esta propensión es lo que permite que acontezca algo totalmente distinto.
El dolor y el amor
La sociedad paliativa es una sociedad sin verdad, un infierno donde reina la indiferencia, y la igual validez de todo, en donde el dolor no tiene cabida, por eso se suelen evitar los vínculos intensos por el miedo que causan las separaciones, por lo que la idea de enamorarse sin sufrir hace desaparecer al otro como dolor y convierte el amor en consumo.
El amor como relación enfática con el otro nos invade y nos hiere, por el contrario el amor como consumo se las arregla para no sufrir, por otra parte, la sociedad paliativa genera una reducción de la capacidad de empatía porque elimina al otro como dolor, el otro es cosificado y reducido a objeto, entonces el otro como objeto no duele, por lo que no podemos percibir al otro en su alteridad, y una vez que el otro es privado de su alteridad, ya solo se lo puede consumir.
El virus y la sociedad paliativa
La sociedad paliativa al estar privada del dolor convierte el mundo en un lugar irreal, en una época post-fáctica en donde el ser humano siente una apatía por la realidad, incluso una anestesia para la realidad solo nos puede sacar una dolorosa conmoción causada por la realidad, quizás ese es el efecto de pánico y shock que nos ha generado el virus, debido a que este vuelve a poner enfrente de nosotros el miedo y al dolor en el centro.
La sociedad liberal está fracasando en su lucha contra el virus lo que acabará poniendo en evidencia que para combatir la pandemia conviene poner la vista en un enemigo particular “la vigilancia biopolítica”. No debemos olvidar que el régimen totalitario de la vigilancia digital socava con sus rasgos totalitarios la idea liberal de libertad degradando a la persona humana a un juego de datos.
El capitalismo se está convirtiendo en un capitalismo de vigilancia, porque la vigilancia genera riqueza. La psicopolítica de la Big Data nos arroja una crisis de libertad porque la vigilancia digital no se detuvo durante esta pandemia, por el contrario este shock pandémico acabará provocando la instauración de un régimen total biopolítico que garantice el acceso al cuerpo de las personas.
El hombre paliativo neoliberal no es un defensor de la democracia liberal porque el confort representa para él un valor superior al que representa la libertad. Al producirse en masa un hombre atomizado incapaz de soportar el dolor se buscará crear un hombre nuevo, un hombre transhumano, cuyo objetivo es alcanzar una sublime felicidad, en donde no habrá espacio para el aburrimiento, y cuya vida será indolora, por lo que dejaremos de ser humanos.
Muerte y dolor van juntos, el dolor se anticipa a la muerte, quien pretende erradicar el dolor tendrá que eliminar a la muerte, y una vida sin dolor y sin muerte ya no es una vida humana.
*Periodista Dominico-Argentina, ciudadana y libre pensandora
Convierta esa sonrisa encantadora en una mueca; guárdese sus ideas brillantes, ya no interesan; no trate de ser gracioso ni destape su carisma, carecen de público alguno; su talento, su virtuosismo, su destreza para cualquier disciplina no puntúan, ni asombran, ni fascinan: es la sombra de la mediocridad. Bienvenido al imperio de los mediocres. No se trata de otra distopía más, sino de una hipótesis que viene de antiguo, y que formuló como tal en la década de los sesenta el pedagogo canadiense Laurence J. Peter: «con el tiempo, todo puesto acaba siendo desempeñado por alguien incompetente para sus obligaciones». Esto se explica porque al ascender a un trabajador eficiente se le concede unos cometidos para los que no está preparado. Se conoce como el «principio de Peter».
¿Quién no ha tenido alguna vez la sospecha de que los mediocres gobiernan el mundo? Trump, Bolsonaro, Kim Jong-un, Berlusconi… Hace un par de años, otro canadiense, el filósofo Alain Deneault, volvió a analizar el asunto en el ensayo Mediocracia: cuando los mediocres toman el poder. La conclusión, terrorífica: según el momento, cada cual acata las normas imperantes, sin cuestionarlas, con el único propósito de mantener su posición, o bien las sortea de manera taimada sin que trascienda que no es capaz de respetarlas. Solo estas dos actitudes se enfilan hacia la esfera de poder. Nada más lejos que aquel camino del exceso que conducía, según William Blake, al palacio de la sabiduría.
Ya no importa «la relevancia espiritual de las propuestas»
Para Deneault no hay ámbito libre de mediocridad: académico, político, jurídico, económico, mediático o cultural. Cualquiera de ellos tiene a un mediocre por auriga. Al igual que aquello propuesto por Platón del gobierno de los mejores, la aristocracia, pero al revés. En lo público, como en lo privado. Para el canadiense, lo que procede y triunfa en estos tiempos son los argumentos que confirmen las teorías ya existentes, y evitar críticas o plantear soluciones arriesgadas, mucho menos originales. Porque ya no importa «la relevancia espiritual de las propuestas». Tampoco en lo económico, al fin y al cabo, recuerda el autor que el dinero nos pervierte, y «concentra la actividad de la mente en un medio que le hace perder toda conciencia sensorial de la diversidad del mundo».
Ni siquiera lo cultural escapa de la epidemia mediocre. ¿Cuántas veces hemos escuchado o pronunciado la frase «es más de lo mismo»? Deneault recoge la reflexión de Herbert Marcuse a propósito de la perversión de un sistema en el que patrón y obrero disfrutan con los mismos contenidos. Algo falla. No tanto que se diluyan o eliminen las clases sociales como que ambos legitiman los principios que sustentan el sistema.
Se trata de no destacar si queremos llegar a ser alguien. Con mucha retranca, el escritor Somerset Maugham decía que «solo una persona mediocre está siempre en su mejor momento». No actúa y, por tanto, no se equivoca. No contradice y, por tanto, no se enfrenta a nada ni a nadie. No enjuicia y, por tanto, obedece.
En 1961, Kurt Vonnegut, autor norteamericano de ciencia ficción, firmó el relato Harrison Bergeron, un texto distópico y satírico que comienza diciendo: «En el año 2081, todos los hombres eran al fin iguales. No solo iguales ante Dios y ante la ley, sino iguales en todos los sentidos. Nadie era más listo que ningún otro; nadie era más hermoso que ningún otro; nadie era más fuerte o más rápido que ningún otro. Toda esta igualdad era debida a las enmiendas 211, 212 y 213 de la Constitución, y a la incesante vigilancia de los agentes de la Directora General de Impedidos de los Estados Unidos». Para evitar que ningún ciudadano destacase, las autoridades ejercían la violencia sobre ellos. «George, como su inteligencia estaba por encima de lo normal, llevaba en la oreja un pequeño impedimento mental radiotelefónico, y no podía sacárselo nunca, de acuerdo con la ley. El receptor sintonizaba la onda de un transmisor del gobierno que cada veinte segundos, aproximadamente, enviaba algún ruido agudo para que las gentes como George no aprovechasen injustamente su propia inteligencia a expensas de los otros».
Todo parece indicar que si la voz de Dios sonara de nuevo, poderosa, atronadora, recia como aquella vez en que creó el mundo, acaso hoy dijera, resignado: «Mediocres del mundo, ¡yo os absuelvo.
José Manuel Otero Lastres el Hay palabras cuyo sentido es comprendido por todos, aunque desconozcamos su exacto significado gramatical. Cuando decimos de alguien que es una persona bondadosa estamos pensando que es una persona llena de bondad (1. adj. Lleno de bondad, de genio apacible, dice el Diccionario de la RAE). Lo que ocurre es que saber que es la bondad se presta a representaciones mentales menos precisas, por lo que conviene recordar la significación de esta palabra.Según el indicado diccionario, por “bondad” se entiende, en lo que ahora interesa, 1. f. Cualidad de bueno (esto es, “de valor positivo, acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza o destino”). 2. f. Natural inclinación a hacer el bien. Y 4. f. Blandura y apacibilidad de genio”. Como puede apreciarse, son básicamente dos los rasgos que definen la bondad: la natural inclinación a hacer el bien y tener un genio apacible (esto es “manso, dulce y agradable en la condición y el trato” o “de buen temple, tranquilo, agradable”).
De todas estas acepciones, hay unas que parecen referirse al carácter: son todas aquellas que califican el genio de la persona bondadosa (blandura y apacibilidad, mansedumbre, dulce y agradable en la condición y el trato, de buen temple y tranquilo) y otra, que es la que me parece más ajustada, que es la que alude a la natural inclinación a hacer el bien.
No niego, en modo alguno, que en el lenguaje coloquial decir de alguien que es una persona bondadosa no sea entendido como una referencia a su carácter. Y tampoco discuto que existe en la ciudadanía una asimilación entre “bondad” y “blandura o apacibilidad”. Lo que quiero destacar es que la bondad tiene otro aspecto mucho más importante que alude a una cualidad del espíritu y no tanto a una característica del carácter. Ser bueno seguramente cuesta porque, como escribió Simone de Beauvoir “la naturaleza del hombre es malvada. Su bondad es cultura adquirida”. Y es que educar nuestro espíritu hasta que adquiera la disposición natural para hacer el bien es difícil cuando lo tentador es precisamente optar por el mal, que suele ser más mundano y divertido.
Dice Marcos que la soledad no estar solo, que es un sentimiento. Dice Marcos que es no reírte de lo que los demás se ríen, es no entender lo que la mayoría entiende y entender lo que la mayoría no puede entender.
Soledad es ver grande donde los demás ven pequeño. Es detenerse en el camino cuando los demás caminan, es observar aquello que llamó tu atención, cuando fue totalmente desapercibido para el resto. Soledad es explicarte y que no te entiendan, sentir algo que sólo sientes tú, es esa parte del mundo totalmente incomprendida. Es la silla en la que nadie se sentó.
Soledad es ponerse en pie y mirar al horizonte, mientras todos continúan agachados. Son nuestros pensamientos cuando no logran abrazarse, es ver en color cuando los demás ven en blanco y negro, es escuchar el sonido que nadie oye, es vivir en un mundo donde nadie vive.
Soledad es la pieza que sobró del puzzle y la canción que sólo entendió el artista. Es el número 1 que no pudo sumarse para convertirse en 2. Son las huellas que se separaron del camino, de alguien que emprendió el suyo.
Soledad son todas mis preguntas sin respuestas, tan importantes para mí. La luz que no tuvo nada que iluminar. El grito que nadie escuchó, la muerte que nadie sintió, de alguien que ni siquiera tenía nombre.
Soledad es la semilla que nunca se regó. Las letras que no pudieron formar palabras, palabras para las que no había oídos, manos que no pudieron tocarse, sentimientos que nunca se encontraron. Pensamientos que sólo tengo yo y no tiene nadie.
Soledad es tener personas a tu alrededor y sentir más soledad todavía. Es el río que no desembocó en el mar. Y es también el mar que se secó porque no recibía agua de ningún río.
Soledad.
La madre de Marcos, Laura, dice que soledad son los ojos húmedos de su hijo mirando perdidos a través de la ventana. Es su corazón que no entiende este mundo loco y es también la incomprensión de una sociedad que avanza demasiado despacio.
Laura seca las lágrimas de su hijo. –“En realidad, no estás solo” – le dice.
Recuerda: conviértete en su apoyo. A veces, tú eres el último hilo que le sujeta al mundo.
Hegel está muy vivo. Slavoj Žižek, Judith Butler y Byung-Chul Han lo acreditan
Durante mucho tiempo se consideró que el filósofo idealista alemán era “un perro muerto”, pero su influencia en los pensadores de moda está muy presente
Todos pasan y algunos regresan. El que puso la noción de relación y contradicción en el centro de la realidad, el que pensó de nuevo en el ser humano y le dio protagonismo en la historia, el que habló de sangre y libertad en la gran filosofía, fue considerado durante mucho tiempo “un perro muerto”. Pero si leemos a Slavoj Žižek, Judith Butler y Byung-Chul Han, algunos de los pensadores con más seguidores en este siglo, una cosa parece cierta: el legado de Hegel está muy vivo.
Georg Wilhelm Friedrich Hegel representa en la cultura popular al pensador oscuro al que Monty Python proclamó como el mejor defensa en su viejo gag del partido de fútbol entre filósofos alemanes y filósofos griegos. Ahora, más de 250 años después de su nacimiento, se publican libros inspirados en su filosofía y se suceden reediciones de su obra. Incluso el ministro de Sanidad alemán, Karl Lauterbach, citó una frase suya —”la libertad es el reconocimiento de la necesidad”— para ilustrar un debate sobre el deber moral de vacunarse en tiempos de pandemia.
Veamos. Dos de los últimos libros de Slavoj Žižek es Hegel in a Wired Brain y Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialéctico. Al teléfono, Zizek reflexiona sobre esa visión hegeliana de la historia como un camino de desgarro: “Hegel no nos habla del futuro —ese es Karl Marx—, sino que lo que quiere es que nos fijemos en los procesos de la historia y en el acto de reescribirla constantemente”, advierte. En ese sentido, la lección de Hegel hoy es que no nos fiemos de nuestras visiones de futuro: “Hay que ser más escépticos, y no considerarnos grandes hacedores de la historia”, explica.
Con el poshumanismo en el horizonte, Zizek advierte que el verdadero game changer de nuestro tiempo no es el capitalismo de vigilancia, sino las posibles nuevas formas de dominación a través de la interfaz cerebro-máquina, cuyo objetivo es hacer transparentes nuestros procesos de pensamiento. Esta nueva capacidad tecnológica, incipiente pero real, “es horrible porque amenaza la metáfora, la poesía y la idea misma del lenguaje. Lo que está en juego es nuestra forma básica de libertad, que es el pensamiento humano”, concluye.
El deseo y el poder
Desde su último libro,La fuerza de la no violencia, al primero, El género en disputa, la obra de Judith Butler utiliza y trasciende conceptos hegelianos como la necesidad de reconocimiento, la mediación o el derecho a la ciudadanía. Butler, que se doctoró en la Universidad de Heidelberg con una tesis sobre Hegel y el concepto de deseo, publicó en 2019 un artículo en The Institute of Art and Ideas, titulado ‘Hegel for our times’, donde subrayaba la pujanza actual de la noción de interdependencia, tan hegeliana, frente a la de individuo. “Es en el transcurso del encuentro con el otro cuando tengo la oportunidad de tomar conciencia de mí mismo”, escribe.
El pensador Byung-Chul Han, que estudió Filosofía en la Universidad de Friburgo, parece leer en cambio a Hegel desde un punto de vista menos transformador y más ordenancista. En La agonía del Eros, Han identifica la noción de absoluto de Hegel con el amor, y advierte que en un mundo narcisista donde toda interacción social está mediada por la tecnología corremos el riesgo de erradicar la noción del otro. Y uno de sus últimos libros es Hegel y el poder, cuya tesis es que ciertas formas de dialéctica del poder se pueden dar desde la concordia, como ocurre con el capitalismo de vigilancia.
Populismos y conspiracionismos
Para Germán Cano, profesor de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares, hay un regreso a la obra de Hegel por la necesidad de tratar de pensar la totalidad, para pensar la estructura de lo real, una perspectiva relevante en estos tiempos de populismos o conspiracionismos, basados en lógicas de chivos expiatorios. Para Cano, el problema reside en que vivimos en sociedades cada vez más atomizadas, sin esfera pública robusta, lo que hace que nos cueste entendernos como sociedad.
Hegel fue el primero en desentrañar la trampa detrás de expresiones como “es lo que hay”, el que descubrió el engranaje de las ideas disfrazadas de enunciados naturales, destaca Ricardo Espinoza Lolas, catedrático de Historia de la Filosofía Contemporánea de la Universidad Católica de Valparaíso. Por eso es tan importante hoy, porque Hegel nos ofrece herramientas para “perforar lo dado, mediatizar lo inmediato, y construir un tejido sociohistórico nuevo”, como los movimientos feministas, antirracistas o anticolonialistas. Es la idea que subyace bajo la frase hegeliana “habría que poner remedio a la desdicha de muchos con unos pocos medios que, sin embargo, son la propiedad de otros”.
No escupamos sobre Hegel
Las gafas hegelianas ayudan a ver más allá, pero no funcionan para todos. En Escupamos sobre Hegel y otros escritos, la activista Carla Lonzi subrayaba que el feminismo era el primer movimiento social en interrumpir el monólogo masculino, tan esmeradamente cultivado desde la filosofía occidental. Pero a su vez, el concepto de transformación, tan hegeliano, está en el corazón del feminismo. “De la mano de pensadores deudores de Hegel como Butler se introduce la idea de que cada persona es simultáneamente singular y plural”, reflexiona Francesca Recchia Luciani, profesora de Historia de la Filosofía de la Universidad de Bari. Recchia afirma que estamos viviendo un cambio profundo, un conflicto entre un viejo y un nuevo mundo, un duelo dialéctico que busca superar el paradigma patriarcal, que niega espacio y voz a la mayoría de personas.
Un revolucionario bebedor de cerveza
Hegel vivió la Revolución Francesa y entendió que la idea de conflicto en la historia es dolorosamente real. Hasta 1800 Hegel no quiso ser filósofo sino revolucionario, y esa encrucijada es capital en su obra, explica José María Ripalda, catedrático de Historia de la Filosofía Moderna de la UNED en El joven Hegel. Ensayos y esbozos.
Algo poeta, a Hegel le gustaba la cerveza y las chicas, tuvo un hijo y, como buen estudioso de la ética, se hizo cargo de su mantenimiento toda su vida. Más allá del icono filosófico, Hegel es también un hombre, de la misma manera que Beethoven dijo de Napoleón: “¿No es al fin y al cabo un ser humano?”. Marie von Tucher, su esposa, lo describió como una de esas personas que nada espera ni nada desea. Pero no todos lo amaron: Schopenhauer dijo que la obra hegeliana quedaría como “un monumento a la estupidez germana”.
En todo caso, Hegel, para quien la filosofía era una especie de religión perdida, es una luz que no se apaga. El historiador Wilhelm Dilthey lo definió como “uno de esos hombres que no han sido nunca jóvenes y a quienes todavía en la vejez les arde un fuego escondido”.
Foro Gogoa | María Victoria Fonseca: "La realidad es una alucinación colectiva en la que estamos de acuerdo"
FONSECA EXPLICÓ EN EL FORO GOGOA CÓMO LA CIENCIA ACTUAL ESTÁ CAMBIANDO NUESTRA COSMOVISIÓN, LA DEL MUNDO Y LA DEL SER HUMANO
UNA ENTREVISTA DE TRINI DÍAZ 30.01.2022 | 16:36
María Victoria Fonseca.
Comprender el mundo desde la física cuántica, de la mano de María Victoria Fonseca, es un ejercicio de introspección sobre cómo funcionamos los seres humanos y cómo nos relacionamos con el entorno, con los demás y con la vida. En el Foro Gogoa demostró su habilidad para desentrañar este misterioso universo que pone patas arriba nuestra idea de lo que es real y nos invita a construir una nueva forma consciente de habitar nuestro mundo. María Victoria Fonseca es Catedrática Honorífica de Física Atómica, Molecular y Nuclear en la Universidad Complutense de Madrid, licenciada en Ciencias Políticas y diplomada en Óptica. A lo largo de su carrera, ha trabajado en las universidades de Cornell y Stony Brook (EEUU) y en el Instituto de Física y Astrofísica Max Planck-Werner Heisenberg de Munich (Alemania). Fue pionera en España en el desarrollo de la física de rayos.
Qué es la física cuántica y cuál es su objeto de estudio?
La física cuántica es la teoría matemática que describe el mundo microscópico y el modelo teórico de la ciencia actual para explicar el comportamiento de la materia y la energía a escalas muy pequeñas, de fotones, de átomos, núcleos, quarks, etc. No se ocupa de la mente, ni del psiquismo humano, ni de las emociones. Y como todas las teorías, tiene un formalismo matemático aceptado desde hace más de 120 años y una interpretación de ese formalismo que sigue siendo muy debatida. La física cuántica es el conjunto de ideas más revolucionario sobre el comportamiento del mundo microscópico.
Vayamos a los orígenes, ¿cómo nace?
La primera idea revolucionaria sobre el comportamiento de la materia y la energía surgió en el año 1900 con el premio nobel Max Planck, considerado el padre de la física cuántica. Introdujo la idea de cómo la luz, al interaccionar con la materia, lo hace de forma discontinua. Einstein extendió la idea de Planck para poder explicar el efecto fotoeléctrico. En los siguientes 30 años, un grupo de jóvenes científicos desarrollaron las leyes de la física cuántica y sus descubrimientos también merecieron el premio nobel.
De qué está hecho el mundo cuántico?
La física cuántica interpreta el mundo material de una forma completamente novedosa: la materia está formada por átomos, llenos de vacío, que se describen por probabilidades matemáticas. Materia y energía, inextricablemente unidos, son equivalentes.
Es experta en un área de conocimiento que asusta y fascina, ¿por qué cuesta tanto entenderlo?
supone una revolución en nuestra comprensión de lo que entendemos por lo que es real, que no es accesible con nuestra mente actual que interpreta la realidad según el modelo de pensamiento de la física clásica. Albert Einstein ya era consciente de la limitación de nuestra mente para entender lo que es la realidad y decía que, en su larga vida, había aprendido que toda nuestra ciencia, comparada con la realidad, es primitiva e infantil. Y a pesar de todo, es lo más valioso que tenemos.
¿El mundo cuántico nos invita a pensar de una forma nueva?
–Como decía el premio Nobel Werner Heisenberg, los átomos no son cosas, son sólo tendencias. Así que, en lugar de pensar en cosas, debemos pensar en posibilidades o probabilidades de presencia. Las partículas subatómicas son paquetes de energía e información en un enorme espacio vacío.
¿Qué es el vacío cuántico?, ¿qué hay en la nada?
–El vacío cuántico, según lo interpreta la física cuántica, es un océano de energía fluctuante con infinitas frecuencias espacio-temporales. La energía crea partículas en el vacío cuántico, que están apareciendo y desapareciendo en tiempos brevísimos. Además sucede que este vacío está por doquier en el interior de cada átomo y, por tanto, dentro de mi cuerpo, de cada porción de materia, de la mesa, de la habitación, de la silla... Es el soporte de todo lo que existe. Los átomos intercambian energía continuamente, es decir, todos los cuerpos emiten y absorben radiación, incluso los más fríos. De manera que existe una relación inextricable entre materia y energía porque los electrones están en continuo movimiento en el interior de los átomos.
¿Las leyes de la física cuántica son un desafío al sentido común?
–La mecánica cuántica describe un universo extraño y probabilístico. El mundo cuántico habla de probabilidades de presencia, de funciones de onda, no de objetos materiales. Se piensa de otra manera. Desde este prisma, los conceptos clásicos de espacio, tiempo, localidad, etc., dejan de tener el sentido conocido y son sustituidos por otras interpretaciones de lo que es la realidad. Para la física cuántica, conceptos como entrelazamiento, dualidad onda-partícula, no-localidad, etc., generan un contexto coherente que da nuevo sentido no sólo a la realidad material sino también a la naturaleza humana.
¿Qué es la propiedad del entrelazamiento?
–Las partículas cuánticas parecen poseer una cierta forma de telepatía. Cuando están juntas y se separan, la información fluye entre ellas, independientemente de lo alejadas que estén y del lugar del espacio en donde se encuentren. Cuando una partícula cambia de posición o una de sus propiedades, la otra lo sabe instantáneamente.
¿Dónde está el límite entre lo grande y lo pequeño?, ¿dónde está la frontera cuántica?
–Nuevos experimentos están investigando dónde y por qué se pasa de un dominio a otro, del microscópico al macroscópico. De momento, la física cuántica solo se aplica al mundo de lo muy pequeño. Estamos creando el futuro en base a nuestra mente, que se está abriendo a nuevas formas de pensar, a posibilidades desconocidas.
¿Cómo puede cambiar nuestra experiencia humana?
–Enseña que hay otra realidad, otra forma de ver, de pensar. Aunque de momento la teoría cuántica no se ocupa del estudio de la mente humana, ni de otras áreas del conocimiento, ha cambiado nuestras creencias sobre lo que es real y, además, ha traído a la mente consciente lo que se llama el efecto observador. Es decir, la mente puede interaccionar con aquello en lo que se enfoca. Puedo ver de forma nueva, de manera que aceptando que mi mente puede afectar lo que me rodea, puedo cambiar mi realidad y entender la vida de otra manera.
¿Podemos una realidad que está en continuo movimiento?
–Eso que llamamos o percibimos como realidad es algo que está asociado al movimiento de todo lo que existe, tanto en lo muy grande como en lo muy pequeño, aunque no nos demos cuenta. Estamos viviendo una realidad en continuo intercambio y hay una interacción constante entre todas las cosas visibles e invisibles.
¿Qué es invisible a nuestros sentidos?
–La realidad está llena de cosas invisibles. Según la visión clásica, la radiación electromagnética es un campo eléctrico y magnético que se mueve por el espacio de manera continua. Pero también hay una radiación cósmica invisible que está continuamente llegando a la tierra desde distintas partes del universo. De hecho, por cada metro cuadrado de superficie, por cada segundo, hay al menos 200 partículas con carga eléctrica que nos están continuamente atravesando.
¿Qué sabemos de lo que existe?
–La ciencia estima que el 95% de lo que existe es desconocido. Es lo que en el mundo científico se llama energía y materia oscura. De hecho, la ciencia es un sistema de creencias en evolución continua basado en el método científico. Las preguntas son siempre las mismas, pero las respuestas cambian con el tiempo.
¿Somos energía?
–Nuestro cuerpo está continuamente absorbiendo y emitiendo energía, como ocurre con todos los objetos que, a una cierta temperatura, emiten un campo de radiación que aunque no vemos está ahí. Los pensamientos y las emociones son también energía, que ahora se miden y manipulan en los laboratorios.
¿Somos polvo de estrellas?
–Hay tantos átomos en una sola molécula de ADN como estrellas en una galaxia. Somos un pequeño universo, como dice el astrofísico americano Neil de Grasse Tyson. Cada uno de los átomos de nuestro cuerpo tiene billones de años de edad porque, excepto el hidrógeno y el helio, se formaron cuando murieron las estrellas supernovas. Y en esas explosiones se emitió al medio interestelar los núcleos de los átomos pesados que forman la materia actual. Podemos decir que llevamos la historia de todo el universo grabada en nuestro cuerpo.
¿Vivimos de forma inconsciente la realidad?
–El 95% de lo que hacemos cada día lo realizamos de forma inconsciente. En nuestra vida, lo que nos domina, lo que hace que vivamos nuestra realidad cotidiana es nuestro inconsciente, que es donde están grabados nuestros patrones de comportamiento. Solamente usamos la atención en las cosas que son realmente importantes, pero no estamos entrenados para darnos cuenta de lo que nos está pasando en cada momento.
¿La percepción es aprendida?
–Para entender esto, hay que saber que hasta los 6 o 7 años, los niños y niñas experimentan un mundo casi alucinatorio para los adultos, porque viven en ondas delta, theta, distintas a las ondas del estado de alerta del adulto. Su realidad no es la que percibimos nosotros de manera ordinaria. Hay que tener en cuenta que lo que ves depende no sólo de lo que miras, sino también desde dónde miras; luego, ¿qué es lo que entiendo por realidad?, ¿cuáles son mis pensamientos?, ¿cuál es mi sistema de creencias?. Así tengo que empezar a investigar, a reflexionar, para darme cuenta de quién soy, cómo actúo y cómo me siento para descubrir lo que entiendo por mi realidad.
¿Qué podemos hacer para ser más conscientes de nuestra realidad y tomar las riendas de nuestras vidas?
–La atención enfocada es el motor de mi realidad y puede gestionar mis energías, mis pensamientos, mis creencias y mis emociones. Lo puedo hacer si estoy atenta porque entonces puedo decidir lo que hago. Pero si nos seguimos dejando dirigir por el inconsciente, actuamos según el programa impreso con el que nos criaron y educaron.
Lo que percibimos como real, ¿es una alucinación?
–Para Anil Seth, profesor de neurociencia cognitiva y computacional de la Universidad de Sussex, lo que llamamos realidad son alucinaciones que asumimos como reales porque todas las personas tendemos a percibirlas de la misma manera. Se podría decir que la realidad es una alucinación colectiva en la que estamos de acuerdo, es una forma de interpretar lo que hay ahí afuera.
¿Podemos cambiar nuestras estructuras mentales?
–Podemos cambiarlas entrenando la atención y gestionando nuestras emociones desordenadas e inconscientes. La conciencia, estar atentas, es el mayor instrumento para el cambio interno y externo. Hay una ley inmutable, que es la del cambio constante, incesante. La pregunta que debemos hacernos es si seguimos aferrados al programa mental y emocional que nos insertaron. Se trata de darnos cuenta de cómo todo lo que me rodea me está influyendo para poder discernir lo que para mí es adecuado. Creemos que todo es blanco o negro y no es verdad. Todo es todo, blanco o negro, intermedio, etc. En realidad son posibilidades de cómo yo me siento y dónde enfoco mi atención.
¿Se trata, entonces, de abrir nuestra mente?
–Como dice el divulgador científico y físico teórico estadounidense, Michio Kaku, se trata de abrir la mente a lo imposible. Has de encontrar el lugar dentro de ti donde nada es imposible, porque dentro de nuestra mente existen todas las posibilidades de actuación, de comprensión. Se trata de entrar ahí, simplemente tomando conciencia a través de nuestra atención.
¿Mente y cerebro desempeñan funciones diferentes?
–La mente no está localizada en el cerebro, está dentro de mi cuerpo y en todo lo que me rodea. La mente es no local, tal y como nos descubre el mundo cuántico. Si la percepción es la tarea de tratar de descifrar lo que hay allí afuera en el mundo, el cerebro no tiene ningún acceso directo a ello porque está encapsulado por los huesos.
¿Puede explicarse el cerebro humano usando física cuántica?
–Muchas personas han intentado entender cómo funciona la mente en base a los conocimientos cuánticos. De hecho, hay una lista de más de 200 renombrados intelectuales, científicos o pensadores que tomaron en serio la posibilidad de la existencia de fenómenos psíquicos como la telequinesis, la visión remota, la bilocación, es decir, la interacción mente-materia. De hecho, el premio nobel de física Wolfgang Pauli y el psicoanalista Carl Jung hicieron un trabajo muy interesante sobre el mundo cuántico y la mente. Entre ambos se creó una extraordinaria relación intelectual en la que encontraron sorprendentes bases comunes entre la psicología profunda y la física cuántica, lo que influyó profundamente en el trabajo de cada uno de ellos.
¿La mente puede influir sobre la materia?, ¿la ciencia puede explicarlo?
–El Instituto de Ciencias Noéticas de Estados Unidos, dirigido por Dean Radin, ha publicado en revistas científicas cualificadas cómo la atención enfocada de una persona puede alterar el resultado de ciertos experimentos realizados con luz láser. Estos experimentos se han repetido muchas veces y de muchas formas, y los resultados sugieren que la conciencia, la atención, es un participante activo de la realidad.
¿Qué dice el mundo académico de todo esto?
–A la Academia no le interesa cómo la mente interacciona porque sigue en el pasado. Como descubrió Newton con la ley de la inercia, en esta realidad material donde vivimos todo se opone al cambio. Por fortuna cada vez hay más científicos y científicas que empiezan a tomar conciencia de esto, pero es un proceso lento.
La física cuántica promete importantes cambios tecnológicos, ¿qué podemos esperar?
–Se está invirtiendo mucho dinero en el desarrollo de ordenadores cuánticos. El objetivo final es impresionante, impensable de momento, como por ejemplo crear máquinas que contengan, de alguna manera, la conciencia de una persona, hacer bibliotecas de emociones, de pensamientos, etc. Los ordenadores cuánticos podrán conocer lo que el ser humano piensa e incluso manipular sus emociones. La biología y la medicina también están utilizando tecnología cuántica para avances hasta ahora increibles. Todavía ni siquiera podemos imaginar hacia dónde vamos.
¿La ética avanza en paralelo a los avances de la física cuántica?
–Desafortunadamente no, porque seguimos siendo zoquetes emocionales. La mente racional ni tiene ética ni deja de tenerla y lo único que le interesa es seguir avanzando, haciendo experimentos y descubriendo nuevos horizontes. Esta sociedad está dominada por el poder y el control y permanece desconectada de lo que somos: seres humanos que hemos venido a cooperar. El debate ético no existe ni en la sociedad, ni en la política, ni en ninguna parte.
Respira y sonríe es el mantra que repite en sus charlas de divulgación, ¿nos falta aire?
–Se nos olvida que somos seres sociales y hemos venido a experimentar emociones, a reactivar las conexiones con nuestros seres queridos, a experimentar el amor. Por eso le doy tanta importancia a reírnos y relajarnos porque la vida es nada y es todo y nuestra maravillosa experiencia humana es muy corta.
Este establecimiento vende tanto libros como consejos literarios para mitigar los estados de ánimoNo hay duda de las bondades que nos ofrece un buen rato de lectura. Historias con las que incluso podemos sanar nuestros monstruos interiores y que tienen su espacio en una pequeña librería de la localidad italiana de Florencia. Piccola Farmacia Letteraria es un reducto coqueto lleno de más de 5.000 libros que tienen "soluciones reales para problemas reales", como cuenta Elena Molini, responsable de este curioso y saludable proyecto. Elena ha dado forma a un pequeño espacio donde cada libro viene con una receta terapéuticapara hacernos la vida más fácil. Una buena forma de superar los peores momentos.
Una idea que surgió en el anterior trabajo de la propietaria, también relacionado con el sector. “Me di cuenta de que la gente buscaba libros para encontrar respuestas o consuelo a partir de lo que experimentaba: estaban los que salían de un amor turbulento, los que amaban y no recibían amor, los que buscaban algo que le hiciera sonreír en un período triste y los que simplemente pedían consejos sobre qué leer", explica Molini acerca de la idea que materializó tiempo después abriendo Piccola Farmacia Letteraria.
Una librería que hace las veces de consultorio
Hay espacio para todas las dolencias del alma. Desde ese amor no correspondido, hasta una ruptura matrimonial, a la sensación de soledad, la depresión o cómo lograr ser un poco más felices cada día. En Piccola Farmacia Letteraria tienen el libro que necesitas y que te acompañará mientras superas ese bache emocional.
Para llevarlo a cabo, la propietaria hace una lectura pormenorizada de cada uno de los libros que vende en su librería y con la ayuda de su hermana, psicóloga de profesión, escribe pequeños textos que acompañan a cada ejemplar y que sirven para que el futuro lector esboce una sonrisa.
Una receta de la felicidad que contiene consejos para apaciguar ese dolor interior, los "efectos secundarios" de la obra, así como la dosificación perfecta de este medicamento literario. El catálogo de libros –y de recomendaciones saludables– es muy amplio. Hasta 70 categorías puedes encontrar en unas estanterías repletas de libros divididos por colores según el sentimiento más acorde con lo que se describa en esas páginas interiores.
Que esta frase sirva como punto de partida para una de las especulaciones de la Física más especulativas (valga la redundancia), pero también más espectaculares del mundo. Y es que en un tiempo infinito, todo aquello que pueda suceder, sucederá. Todo. Absolutamente todo.
Y por “todo” se incluye también que, en mitad del espacio, se forme un cerebro en cuyo interior hayan ilusiones de memorias y de sensaciones. Por “todo”, se incluye que tú seas un cerebro flotando en el espacio que se originó hace unos segundos (o años) y que todo lo que creas ver, recordar, experimentar y sentir sea una simulación.
No. No nos hemos vuelto locos. Y no. No estás en una página de ciencia ficción. Estás en una página de ciencia. Y lo que te acabamos de contar no solo es físicamente posible, sino que con los modelos actuales del Universo, es imposible desmentir que esto pueda suceder. Es más. Si el tiempo fuera infinito, sería imposible que estos cerebros cósmicos no se formaran.
Prepárate para que te estalle la cabeza, porque hoy hablaremos de los Cerebros de Boltzmann, unas entidades hipotéticas que podrían generarse por fluctuaciones cosmológicas en un Universo caótico y que abrirían la puerta (más bien, obligarían) a que toda tu vida fuera una simulación dentro de un cerebro que flota por el espacio. Y una vez más: no nos hemos vuelto locos. La ciencia es loca. Y lo vas a descubrir aquí y ahora.
El lado oscuro de la entropía: el caos del Universo
Antes de entrar en materia y hablar de simulaciones y cerebros que flotan por el espacio, tenemos que ponernos en contexto y entender el principio físico del que deriva esta alocada especulación. Y este principio tiene nombre y apellidos. Bueno, solo nombre: la entropía.
El principio de entropía o segunda ley de la termodinámica nos dice que la cantidad de entropía en el Universo tiende a incrementarse con el tiempo. Pero, ¿qué es la entropía? Es común oír la definición de que la entropía es sinónimo de desorden. Pero esto es sobresimplificar algo que, en realidad, es mucho más complejo.
Hay muchas definiciones distintas de entropía, pero todas giran alrededor de un concepto clave: la entropía es una magnitud (y no una fuerza, ahora lo veremos) que mide el modo en el que un sistema cerrado (aislado) evoluciona hacia el estado estadísticamente más probable. La entropía es una consecuencia de la probabilidad aplicada a la termodinámica. El sentido común aplicado al Universo.
El Universo tiende siempre al desorden y al caos no porque haya una fuerza que empuje hacia este mayor desorden, sino porque simplemente, el desorden es muchísimo más probable que el orden. El Universo tiende a lo más probable. Y como lo más probable es también lo más caótico, decimos (en realidad, de forma incorrecta), que el Universo tiende al desorden.
La entropía es una consecuencia de dos factores que se dan en el Universo: muchísimas (trillones) partículas formando un mismo sistema y aleatoriedad dentro del mismo. El sistema, pues, evoluciona hacia el estado que surge tras la combinatoria más posible.
Que un gas ocupe todo el recipiente en el que se encuentra (como por ejemplo una habitación) y que este esté en un estado de desorden no es una consecuencia de que haya una fuerza que específicamente lo conduzca a hacerlo, sino de la probabilidad.
Hay millones de millones de millones de conformaciones microscópicas de las moléculas del gas que llevan a que, a nivel macroscópico, veamos el gas ocupando toda la habitación; mientras que el hecho de que se acumulen en una esquina responde a muy pocas conformaciones microscópicas.
Es tan infinitamente improbable que, de repente, las moléculas de gas se vayan a una esquina, que no hay tiempo en el Universo para que eso ocurra. Pero, técnicamente, podría pasar. No hay ninguna ley que lo impida. Recuerda que la entropía no es una ley física. Es una ley estadística. Habla de probabilidades.
Y en aunque en un tiempo limitado, no sucederá ese estado de mayor orden (tampoco hay una ley física que impida que en medio de un lago se forme, sin que haga frío, un cubito de hielo por simple combinatoria de las moléculas de agua), la entropía puede quebrarse cuando este tiempo tiende al infinito.
Como hemos dicho al principio, dado el suficiente tiempo, todo aquello no imposible sucederá. Y como la entropía no es una ley ni una fuerza, sino una consecuencia de la probabilidad, pueden pasar cosas muy extrañas. Que te ahogues en una habitación porque todo el aire se va a una esquina e, incluso, que un cerebro emerja en medio del espacio. Pero no nos adelantemos.
Ludwig Boltzmann y la paradoja de la entropía
Como acabamos de ver, que trillones de moléculas se junten, pasando del desorden al orden, para formar una estructura no es físicamente imposible. Es altamente improbable. Increíblemente improbable. Sí. Pero no imposible. Y en un tiempo suficientemente grande, todo aquello no imposible sucederá, recuerda.
Y es el momento de hablar de Ludwig Boltzmann, físico austriaco y padre de la conocida como mecánica estadística que, a finales del siglo XIX, hizo muy importantes aportaciones a la física, especialmente en lo que a la segunda ley de la termodinámica se refiere. Sin ir más lejos, ideó la conocida como constante de Boltzmann, un concepto clave para el cálculo matemático de la entropía.
Por desgracia, Boltzmann se suicidó en septiembre de 2006 y, aunque las causas de ello nunca estuvieron claras, se cree que fue debido al poco reconocimiento académico que sus innovadoras ideas tuvieron. Boltzmann fue un incomprendido que, en parte, fue ridiculizado por la comunidad científica.
Pero, ¿cuáles fueron estas ideas? Nos tenemos que ir al contexto de mediados y finales del siglo XIX. La Teoría del Big Bang ni siquiera era imaginable, por lo que los físicos todavía estaban intentando comprender el origen de nuestro Universo. Y uno de los que se aventuró a dar una visión sobre ello fue Ludgwig Boltzmann, quien, a través de su profundo conocimiento de la termodinámica (y especialmente de la estadística), dio una hipótesis sobre el nacimiento del Universo.
Boltzmann sabía que el Universo tenía que tender al desorden (ya hemos explicado los matices de esto), pues así lo indicaba la entropía. Pero, entonces, ¿por qué nuestro Universo estaba tan bien ordenado en galaxias, estrellas y planetas? Boltzmann consideró que nuestro Universo era excesivamente ordenado. Tenía que ser más caótico.
En este contexto, Boltzmann comunicó a la comunidad científica que el Universo era menos caótico de lo que predecía la segunda ley de la termodinámica que tan bien conocía. Y la conocía tan bien que incluso sabía que, si bien en un tiempo limitado, nunca veremos cómo este principio de entropía se rompe; dado un tiempo ilimitado, sí que puede hacerlo.
Y es aquí donde, como y cuando introduce su teoría sobre el origen de nuestro Cosmos. Boltzmann ideó la hipótesis de que nuestro Universo observable era un estado de excepción aleatoriamente ordenado dentro de un Metauniverso realmente caótico que, en un tiempo infinito, se reunieron las probabilidades para que surgiera una fluctuación menos desordenada: nuestro Universo.
Es decir, según Boltzmann, nuestro Universo procedería de un punto en el tiempo en el que, por haber dado el tiempo suficiente, se quebró la entropía dentro de un Universo mucho más grande y caótico que el nuestro. Nuestro Cosmos sería un estado de excepción (infinitamente improbable pero no imposible) dentro de un sistema verdaderamente caótico: un Universo madre.
Y, pese a que los modelos actuales (básicamente, por lo que sabemos del Big Bang y de la inflación del Universo) nos digan que esto es imposible, la comunidad científica ridiculizó a Boltzmann, algo que, seguramente, hizo que decidiera quitarse la vida con 62 años en Duino, Italia.
Aun así, dentro de este contexto que muestra el lado más oscuro de la ciencia, sucedió algo que abriría la puerta a una de las más espectaculares especulaciones de la historia de la física y, seguramente, de la ciencia.
Arthur Stanley Eddington, astrofísico británico de la primera mitad del siglo XX especialmente conocido por sus trabajos de la teoría de la relatividad, en un intento por mostrar el lado más cómico (seguramente, sin malas intenciones) de la hipótesis de Boltzmann sobre el origen del Universo, encontró el lado más perverso y alocado de su teoría.
Eddington, dijo: “claro, y si en lugar de que se formara un Universo de la nada, ¿no se formara un cerebro que flota por el espacio?”. En este intento de ridiculizar el trabajo del ya fallecido Boltzmann, hizo que aflorara una nueva teoría que sigue pisando fuerte a día de hoy: los cerebros de Boltzmann. Y ahora, sí que sí, prepárate para que tu cerebro estalle. Nunca mejor dicho
Los cerebros de Boltzmann: ¿somos una simulación? ¿Existe Dios?
De acuerdo. Quizás la idea de que todo el Universo observable, con sus 93.000 millones de años luz de diámetro y sus 2 millones de millones de galaxias, surgiera como un estado de fluctuación dentro de un Cosmos muchísimo mayor y más caótico es demasiado. Pero, ¿y si lo que surgiera de esta fluctuación no fuera un Universo, sino un cerebro?
Sigue siendo una locura, sí. Pero no podemos negar que, dentro de la casi imposibilidad, que de un estado de caos surja un cerebro es menos imposible que que surja un Universo. Al menos hasta aquí estamos de acuerdo, ¿no?
Y ya hemos dicho que dado el tiempo suficiente, todo aquello no imposible no es que pueda suceder, sino que sucederá. En un tiempo infinito, todo aquello estadísticamente posible (por muy casi imposible que sea) sucederá.
Y es estadísticamente posible que las moléculas de hidrógeno, carbono, silicio, oxígeno, etc, presentes en una nebulosa en medio del espacio adquieran justo la conformación exacta para crear un cerebro. Que no. No insistas. No es imposible. Es “imposible” dentro de nuestra concepción de tiempo. Pero no hay ninguna ley física que impida que un conjunto de moléculas adquieran justo una conformación X.
Y un cerebro es, al final, una simple configuración de moléculas y átomos. Es posible, pues, que dado el tiempo suficiente, surja un cerebro en medio del espacio. Sí. La probabilidad es bajísima. Se habla de que la probabilidad (que es imposible de calcular) de que emerja, por una rotura de la entropía en una porción del espacio y por la combinación justa de moléculas, un cerebro, sería de 10 elevado a 10 elevado a 69. Es un número tan grande que es inimaginable.
Pero es que si hay suficiente tiempo, no es imposible que surja un cerebro en medio del espacio. Es más, si el Universo y el tiempo es infinito, lo que es imposible es que no surja este cerebro. De hecho, con tiempo infinito, es imposible que en medio del espacio, por combinación al azar de moléculas, no surja un plato de macarrones. Así es la física.
Y esta entidad que se ha formado como una fluctuación dentro de un estado caótico del Universo es lo que se conoce como cerebro de Boltzmann. Y si el hecho de que la segunda ley de la termodinámica permita (y obligue, si el tiempo es infinito) que, en medio del espacio, aparezca un cerebro por arte de magia, espera. Hay más.
Y es que según esta teoría, tú serías un cerebro de Boltzmann. Sí. Como lo oyes. Tú serías un cerebro flotando en medio del espacio que ha surgido en algún momento desde el inicio del Universo hasta hace una milésima de segundo. Sí. Podrías haber nacido hace un segundo. O estar naciendo ahora. O… ¡Ahora!
Al final, todo lo que somos, sentimos y percibimos está en nuestro cerebro. No podemos estar seguros de que aquello que nos rodea sea realmente real (valga la redundancia), pues todo tiene su origen en las conexiones neuronales. Desde sentir el olor de una flor hasta recordar memorias. Todo está en el cerebro.
Y si todo es, al final, una ilusión o una interpretación del cerebro y la física permite que los cerebros de Boltzmann existan, dime tú por qué no podrías ser un cerebro flotando por el espacio con una falsa ilusión de memorias y de sensaciones.
Tú podrías ser un cerebro de Boltzmann en el que los átomos, moléculas, proteínas, hormonas, neuronas y neurotransmisores se han ensamblado como una fluctuación casi imposible dentro del Universo que te hace tener recuerdos y sensaciones que solo son reales dentro de este cerebro que vaga por el espacio.
Todo lo que recuerdas podría no haber pasado nunca. Todas aquellas personas a las que conoces podrían ser solo imágenes creadas por el cerebro. Todo el Universo que te rodea podría ser solo una proyección dentro del cerebro de Boltzmann. Tú serías solo un ente que flota por el espacio en cuyo interior se generan unos falsos recuerdos y sensaciones que, al final, es lo que nos hace estar (o sentirnos) vivos.
Todo lo que consideras como tu vida sería una simulación que, cuidado, no ha creado nadie. Una simulación creada por una rotura del principio de entropía que ha hecho que surja un cerebro en medio del espacio. Entonces, existiría Dios. Serías tú. Tú, como cerebro de Boltzmann, serías el Dios del Universo que se está simulando en tu interior.
Recuerda, en un tiempo infinito, todo aquello que no sea imposible sucederá. Y esto no es imposible. Es casi imposible. Pero este “casi” obliga a que, en un marco de tiempo infinito, sea imposible que no haya cerebros de Boltzmann. ¿Y si fueras uno? ¿Y si yo, que estoy escribiendo esto, no existiera o fuera solo una proyección de tu cerebro?
Lo único que sé es que yo existo. Así que soy mi cerebro de Boltzmann. Aunque, claro, podría ser solo una proyección intentando convencerte a ti de que lo soy, cuando, en realidad, el Dios eres tú. Estadísticamente hablando, podríamos ser un cerebro de Boltzmann. Aun así, los científicos creen (esperan) que hay algo en el Universo que impide que esto suceda. Porque, de ser así, la existencia humana sería algo aterrador. Sean Carroll, físico y cosmólogo estadounidense, en un artículo que te dejamos en la sección de referencias, explica por qué estos cerebros no pueden existir.
Seguramente, los cerebros de Boltzmann sean simplemente una paradoja. Pero si la entropía puede romperse (y parece que no haya nada que lo impida), dado el suficiente tiempo, los cerebros de Boltzmann podrían (deberían) existir. Sin duda, algo en lo que pensar cuando vayas a dormir.