Durante mucho tiempo se consideró que el filósofo idealista alemán era “un perro muerto”, pero su influencia en los pensadores de moda está muy presente
Todos pasan y algunos regresan. El que puso la noción de relación y contradicción en el centro de la realidad, el que pensó de nuevo en el ser humano y le dio protagonismo en la historia, el que habló de sangre y libertad en la gran filosofía, fue considerado durante mucho tiempo “un perro muerto”. Pero si leemos a Slavoj Žižek, Judith Butler y Byung-Chul Han, algunos de los pensadores con más seguidores en este siglo, una cosa parece cierta: el legado de Hegel está muy vivo.
Veamos. Dos de los últimos libros de Slavoj Žižek es Hegel in a Wired Brain y Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialéctico. Al teléfono, Zizek reflexiona sobre esa visión hegeliana de la historia como un camino de desgarro: “Hegel no nos habla del futuro —ese es Karl Marx—, sino que lo que quiere es que nos fijemos en los procesos de la historia y en el acto de reescribirla constantemente”, advierte. En ese sentido, la lección de Hegel hoy es que no nos fiemos de nuestras visiones de futuro: “Hay que ser más escépticos, y no considerarnos grandes hacedores de la historia”, explica.
Con el poshumanismo en el horizonte, Zizek advierte que el verdadero game changer de nuestro tiempo no es el capitalismo de vigilancia, sino las posibles nuevas formas de dominación a través de la interfaz cerebro-máquina, cuyo objetivo es hacer transparentes nuestros procesos de pensamiento. Esta nueva capacidad tecnológica, incipiente pero real, “es horrible porque amenaza la metáfora, la poesía y la idea misma del lenguaje. Lo que está en juego es nuestra forma básica de libertad, que es el pensamiento humano”, concluye.
El deseo y el poder
El pensador Byung-Chul Han, que estudió Filosofía en la Universidad de Friburgo, parece leer en cambio a Hegel desde un punto de vista menos transformador y más ordenancista. En La agonía del Eros, Han identifica la noción de absoluto de Hegel con el amor, y advierte que en un mundo narcisista donde toda interacción social está mediada por la tecnología corremos el riesgo de erradicar la noción del otro. Y uno de sus últimos libros es Hegel y el poder, cuya tesis es que ciertas formas de dialéctica del poder se pueden dar desde la concordia, como ocurre con el capitalismo de vigilancia.
Populismos y conspiracionismos
Hegel fue el primero en desentrañar la trampa detrás de expresiones como “es lo que hay”, el que descubrió el engranaje de las ideas disfrazadas de enunciados naturales, destaca Ricardo Espinoza Lolas, catedrático de Historia de la Filosofía Contemporánea de la Universidad Católica de Valparaíso. Por eso es tan importante hoy, porque Hegel nos ofrece herramientas para “perforar lo dado, mediatizar lo inmediato, y construir un tejido sociohistórico nuevo”, como los movimientos feministas, antirracistas o anticolonialistas. Es la idea que subyace bajo la frase hegeliana “habría que poner remedio a la desdicha de muchos con unos pocos medios que, sin embargo, son la propiedad de otros”.
No escupamos sobre Hegel
Un revolucionario bebedor de cerveza
Hegel vivió la Revolución Francesa y entendió que la idea de conflicto en la historia es dolorosamente real. Hasta 1800 Hegel no quiso ser filósofo sino revolucionario, y esa encrucijada es capital en su obra, explica José María Ripalda, catedrático de Historia de la Filosofía Moderna de la UNED en El joven Hegel. Ensayos y esbozos.
En todo caso, Hegel, para quien la filosofía era una especie de religión perdida, es una luz que no se apaga. El historiador Wilhelm Dilthey lo definió como “uno de esos hombres que no han sido nunca jóvenes y a quienes todavía en la vejez les arde un fuego escondido”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario