LA FATIGA FRONTAL DE MARK REGO
"La gente que tiene éxito es la que es capaz de concentrarse, sea inteligente o no"
El psiquiatra de la Universidad de Yale acaba de publicar un libro en el que explica por qué nos sentimos fatigados, infelices o cansados continuamente. Hablamos con él
Acaricie su frente. En algún lugar debajo de la piel, más allá del cráneo, se encuentra su corteza prefrontal (CPF). Es la parte del cerebro que se dedica a tomar decisiones, a realizar juicios, al pensamiento abstracto y a la expresión de la personalidad. Todo lo difícil. Es también la zona que, según el doctor Mark Rego, veterano psiquiatra de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale con más de tres décadas de carrera a sus espaldas, machacamos sin parar. Nuestro trabajo, nuestro ocio y nuestras relaciones, basadas en la tecnología, abusan de la corteza prefrontal. Cuando esto ocurre, dejamos de funcionar.
Cuando nuestra corteza prefrontal está estresada, dejamos de funcionar. No podemos concentrarnos, empezamos a olvidar las cosas, nos sentimos incapaces de empatizar con los demás, descubrimos que las cosas que nos hacían felices ya no lo hacen. Entonces nos sentimos ansiosos, deprimidos. Nos sentimos como adictos.
"Nunca el ser humano había usado tanto su córtex prefrontal"
“Nos despistamos y perdemos la concentración. Las tareas parecen demasiadas y muy complicadas, así que nos vemos obligados a hacerlas más lentamente. Si eres como yo, escribes una lista de tareas. O muchas listas. O intentas forzar a que tu corteza funcione más rápido echándole cafeína”. Ese es el estado de fatiga prefrontal de la que habla en su libro Rego, de orígenes gallegos. Conectamos con él vía Zoom y anima a los lectores a opinar: quiere saber si a los españoles nos ocurre lo mismo.
PREGUNTA. En su libro, no se limita a denunciar la tecnología o los 'smartphones' como los causantes de nuestros problemas, sino que asegura que el problema es la vida moderna. ¿En qué sentido?
RESPUESTA. El libro nació de un 'paper' académico en el que intentaba mezclar tecnología y psiquiatría. Al principio, quería usar la tecnología como un acercamiento a la vida moderna. A medida que leía y reflexionaba, me di cuenta de que la tecnología no era un acercamiento, era nuestra cultura. Una cultura proporciona normas, costumbres, formas de hacer las cosas, desde cómo cocinamos hasta cómo formamos nuestras identidades. Ahora nuestra cultura está guiada por la tecnología: cuando quieres descubrir algo, cómo se cocina o cuál es tu identidad, ya no preguntas a otra persona, preguntas a Google.
Me di cuenta de que la tecnología nos realiza demandas continuas. Estas demandas están relacionadas con la complejidad [Rego escribe: “Con toda la cantidad de opciones a nuestra disposición, hay muchas cosas que seguir, organizar, evaluar y volver a organizar”], abstracción [“Cortadoras de césped, dietas o proyectos de trabajo son abstractos, parecen familiares pero nos exigen un grado de conceptualización] y ‘reformateo’ [“Estamos continuamente actualizando información, tareas, objetivos, roles e identidades], que cognitivamente suponen mucho esfuerzo.
P. ¿El mundo es demasiado complejo como para que podamos tomar decisiones?
P. El título del libro es 'Fatiga frontal', que dice que nunca antes se había producido de esta manera.
R. Como vivimos en una cultura dirigida por la tecnología, todas esas demandas están gestionadas por la CPF. Hasta la era moderna, digamos hasta la Segunda Guerra Mundial, la gente no estaba acostumbrada a utilizar todo el tiempo esa parte del cerebro. En su trabajo, empleaban herramientas manuales, o interactuaban con otras personas. La mayor parte de nuestro trabajo exige la atención continua de nuestra CPF. Así que nos esforzamos por concentrarnos. Por eso la gente que tiene éxito es la que es capaz de concentrarse, sea inteligente o no. La concentración es una capacidad muy valiosa hoy.
Aunque la CPF es muy sofisticada y poderosa, gracias a varios experimentos sabemos que no responde nada bien al estrés extremo. No está preparada. En esos experimentos, cuando se estresa a un animal, su función desciende a cero y tiene problemas concentrándose. También sabemos que cuando la corteza se estresa estamos abriendo las puertas a las enfermedades mentales.
"La gente con TDAH es funcional, pero su problema se dispara en la universidad"
Por ejemplo, vemos a menudo que las personas en primer año de universidad empiezan a padecer sus primeros problemas mentales. El estrés puede venir de un reto, no tiene por qué ser algo terrible, sino algo que cargue tu cerebro, como estudiar todos los días, tener que cumplir plazos. Utilizo la palabra 'imposición' [‘taxing’] como en 'impuestos' para hablar de esas facturas que pasamos. Ahí es cuando empieza a salir todo. Vivimos en una cultura que demanda demasiado a nuestro córtex. Casi todos somos vulnerables a la ansiedad y, hasta cierto punto, a la depresión. La gente con un déficit de atención es perfectamente funcional en muchos entornos, pero cuando se la coloca en el sistema educativo moderno con multitud de cursos, extraescolares, tutorías, ve cómo su TDAH se dispara.
Durante el covid ha habido muchos estudios sobre la respuesta psicológica, y entre la gente que lo ha pasado peor (con más depresión, más ansiedad, más intentos de suicidio) muchos son jóvenes que se han distanciado de sus relaciones y de sus amigos. Los mayores tenían que preocuparse por sus facturas y sus empleos, pero la diferencia con los jóvenes es que como estos no tienen una relación directa con sus trabajos y el mundo, los hemos metido en burbujas de vida moderna. Se pasan el día sentados solos frente al ordenador, trabajando y jugando, así que sus vidas son hipermodernas. Toda su vida es virtual, y sus CPF todavía no están maduras. Aparte de otros problemas, como echar de menos a sus amigos, necesitan relacionarse con gente real. Creo que por eso lo están pasando tan mal.
. ¿Qué papel juegan nuestros trabajos? Mientras hablamos, no he dejado de recibir mensajes. El teléfono no ha parado de vibrar.
R. Nuestro trabajo es más tecnológico, especialmente desde el covid. Incluso cuando el mensajero te lleva un paquete a casa, tiene que interactuar con la tecnología. Ahora, más gente mayor se ve obligada a usarla. Veo que eres 'millennial', y tu generación es mucho mejor que la mía o la de mis padres a la hora de utilizar sus cortezas prefrontales porque estáis más acostumbrados. Es una habilidad que se puede mejorar. Pero al mismo tiempo estáis expuestos a un mayor estrés. Hay gente que puede manejarlo, otra que no. Los 'millennials' tenéis mayores tasas de todo lo que hablo en el libro, la generación Z aún más. Cuanto más tecnológica sea tu cultura, más problemas mentales aparecerán.
P. ¿Por qué si estamos estresados o ansiosos, y sabemos que lo estamos por culpa de la tecnología, pasamos nuestro tiempo libre mirando el móvil? ¿Por qué nos resulta tan difícil dejarlo?
R. Es adictivo. Yo también lo hago. No puedo salir y pasar más de cinco minutos sin mirar mi teléfono. Las novedades son continuas. ¿Qué tengo en la bandeja de correo? ¿Qué dicen en Twitter? ¿Qué me han respondido? La novedad es agradable para los humanos, nos gusta, así que la perseguimos. Es difícil dejarlo y salir a dar un paseo.
R. No conozco una solución, es tu generación la que tiene que dar la respuesta. Cada individuo tiene que tomar sus decisiones. Hay dos enfoques. Uno es apartarte de ello. Trabajar con tus manos es una de las mejores maneras de dejar de darle vueltas a lo mismo una y otra vez, de escapar de esos círculos viciosos. Hacer algo que tenga que ver con la belleza, ya sea visual, o musical, o preparar una comida. O conectar con la naturaleza. Esas cosas te permiten escapar de las ruedas de tu cabeza.
El otro enfoque es que, a mediados del siglo XX, comenzamos a decidir que teníamos que ejercitar nuestros cuerpos y vigilar nuestro peso. Algo que nunca había ocurrido, porque los humanos nunca habían tenido un excedente de comida y la posibilidad de evitar caminar. Ahora, tenemos que empezar a pensar en cuidar de manera activa nuestras mentes. Tienes que hacer algo con tu vida que sea más sustancial y plantear metas. Una muy importante es aprender a silenciar tu mente. Todos sabemos qué significa eso de silenciar tu mente. Puede ser con meditación, o intentando pintar, como hago yo. Cuando cojo un pincel, el ruido desaparece.
P. Estaba pensando en lo que dijo de la concentración. Cada vez más gente admite que es infeliz porque es incapaz de concentrarse, como si hubiese perdido una parte importante de su personalidad. Se sienten casi como si no fuesen humanos.
R. La falta de concentración es el síntoma de un problema emocional. He escuchado a gente que dice que de repente se ha dado cuenta de que no puede retener las cosas o que cree que tiene un trastorno de déficit de atención, pero no puedes adquirir de repente TDAH. Si de repente te parece que lo tienes es porque sufres un problema que está evitando que tu CPF funcione.
Conozco a gente que acuesta a sus hijos a la 10 de la noche y se pone a trabajar en un 'paper', yo no tengo esa capacidad. Por eso digo que la concentración es la clave del éxito hoy. La gente desea concentrarse cada vez más, y se queja mucho cuando no lo consigue, pero para la mayoría eso es síntoma de otro problema.
P. En España hay un gran debate sobre salud mental. Por ejemplo, sobre el número de psicólogos por ciudadano, uno de los más bajos en Europa. ¿Es un problema que se pueda solucionar con más financiación o es simplemente una tirita, hace falta ir más allá?
R. Diría que necesitamos las dos cosas. Si tienes una enfermedad, como el covid, vas a necesitar un médico. Los costes de la enfermedad mental son elevados, no solo por no ir a trabajar, sino por el impacto que tienen en nuestro bienestar y en nuestras comunidades. En comparación, el dinero destinado a salud mental es una ganga. El coste anual de un tratamiento psicológico es el mismo que el de una única resonancia magnética. Es incuestionable que hace falta reforzar el personal.
P. ¿Está la fatiga frontal relacionada con la incapacidad de pensar en el futuro, con centrarnos únicamente en lo que tenemos delante?
R. En mi país, los estímulos para conseguir un éxito rápido están por todas partes. Las empresas buscan triunfar en el siguiente cuatrimestre, no a lo largo de varios años. La gente quiere tener lo último, no se fija tanto en su satisfacción vital vista en perspectiva, sino en una serie de logros (hoy consigo esto, mañana aquello). El capitalismo nos lleva a producir, producir, producir. Siempre hay algo a la vuelta de la esquina, o un plazo que cumplir la semana que viene, y luego la otra y la otra. El tiempo se ha acortado.
P. La tecnología prometía que iba a hacer nuestras vidas más fáciles, pero sin embargo sentimos que cada vez tenemos menos tiempo libre, que somos más infelices.
R. Mi abuela vivió la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, una época en la que los niños morían continuamente o la comida escaseaba. Todas esas cosas que les estresaban ya no nos estresan, gracias sobre todo a la tecnología. Entonces ¿por qué somos tan infelices? ¿Cómo es posible que tras habernos librado de todas esas cosas la satisfacción vital no deje de bajar, bajar y bajar? Esa es la pregunta del libro: ¿por qué ha ocurrido, si nuestra seguridad y salud han mejorado? Lo han hecho, pero a un alto precio. En mi país, es la primera vez que los hijos ganarán más que sus padres pero vivirán menos, porque su salud es peor.
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