Entre el río blanco y el sendero?
No eres impasible,
Con la luz del sol soñando contigo;
Y sin embargo, levantas tus brazos suplicantes y maleables, como si
Dibujaras nubes en el cielo para ocultar tu delgadez.
Espero curarme de ti en unos días.
Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.
Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
No es mucho, ni es poco, es bastante.
En una semana se puede reunir todas las palabras de amor
que se han pronunciado sobre la tierra
y se les puede prender fuego.
Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.
Y también el silencio. Porque las mejores palabras de amor
están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral
y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero
cuando digo: “qué calor hace”, “dame agua”,
“¿sabes manejar?”, “se hizo de noche”.
Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías,
te he dicho “ya es tarde”, y tú sabías que decía “te quiero”).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo.
Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras:
guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.
No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana
para entender las cosas. Porque esto es muy parecido
a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Me has desmontado con tus palabras rotundas sobre la realidad.
Y
creo
.
.
.
que
No es justo
El número 2 es de color rojo. Me duele mucho el pie y el dolor es amarillo. El miedo es marrón y lo tengo puesto en la tripa. ¿Tu hijo ve los números de colores? ¿Visualiza sensaciones físicas? ¿Saborea las voces? Es posible que sea sinestésico. La percepción de los niños con esta cualidad se caracteriza por una percepción sensorial mezclada. De forma que pueden ver sonidos o asociar personas, letras, números o palabras con colores. Según estudios al respecto, “alrededor de un 10% de la población hispana es cinestésicas y es ocho veces más habitual en las mujeres que en los hombres. También, es algo más frecuente en las personas zurdas y con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Se trata de una habilidad, que suele ser heredada genéticamente, con la que nace el niño, lo que le convierte en expresivo, creativo, empático y muy sensible. La sinestesia es una cualidad y una diferencia enriquecedora para los niños, que si se estimula y practica, se puede fortalecer, por lo que es aconsejable que animemos al niño a seguir hablando sobre cómo percibe el mundo. De hecho, es habitual que pintores, músicos o escritores tengan rasgos sinestésicos, como en el caso del compositor Frank liksz, que veía los tempos musicales en colores”, explica María José Lladó, psicopedagoga del centro Acimut Bienestar
Tocar sonidos, ver emociones de colores, saborear palabras. Existen varios tipos de sinestesia y no hay dos iguales, porque cada niño tendrá la suya, única y particular. La neurociencia cognitiva ha identificado, hasta hoy, varios tipos de sinestesia, como la “denominada grafema-color o personas que ven las letras de colores, las que mezclan la música y el color o el lenguaje y el gusto, es decir palabras que producen sabores. Otras sinestesias conocidas son las que traducen personas a colores; la emocional o asociar los sentimientos con colores; la sinestesia espacio-tiempo, con la que el tiempo tiene color y sabor; la del tacto-espejo, con la que los niños pueden captar lo que la otra persona siente al tocarla y la sinestesia tacto-emoción, con la que el niño percibe las emociones a través del tacto”, comenta María José Lladó.
Nuria Pérez Sánchez, que en la actualidad tiene 25 años: “Cuando dudas de quién eres y hacia dónde vas, llegan nuevas palabras a tu vida que hacen que todo encaje un poco más. La palabra sinestesia llegó a mi vida hace poco, de causalidad. Estaba desayunando con un grupo de mujeres y empezaron a hablar de que había personas que mezclaban los sentidos, que escuchaban una palabra y veían un color. Entonces, me pregunté, ¿eso no le pasa a todo el mundo? Investigué un poco más y llegué a la conclusión de que llevaba toda mi vida desarrollando mi sinestesia, especialmente la visual, sin saberlo”.
“De pequeña”, prosigue Sánchez, “poco me acuerdo de cómo vivía la sinestesia”: “Lo que sí tengo claro es que mis padres me ayudaron a desarrollar todos mis sentidos con creatividad. Actualmente, trabajo en mi propio negocio, donde elevo la percepción de los negocios a través de palabras e imágenes. Por ejemplo, para diseñar un logo, pongo todos los sentidos sobre la mesa para trabajar. Lo mismo sucede cuando redacto un texto, mientras escribo, siento la emoción de cada palabra. En mi cabeza todo se mezcla y, ahí, surge la magia. Cada persona tenemos una forma única de ver el mundo y crear belleza. Si acompañas a tu hijo a desarrollar su creatividad, explorando con todos los sentidos, cultivará la sinestesia para enriquecer su vida personal y profesional, aunque no sepa que existe la sinestesia”.
Por su parte, Rosario Casas Ruiz, de 44 años, madre de Santiago, de siete años, explica cómo ha vivido su sinestesia: “Hace cuatro años, descubrí que era sinestésica a raíz de leer un reportaje sobre el tema. Descubrí que, realmente, yo no veía el mundo como los demás. De pequeña, recuerdo preguntarle a mi madre por qué el número 2 era de color rojo, o la voz de la actriz Ángela Chaning me sabía a leche. Cuando descubrí que todo aquello tenía un nombre y que lo podía definir como Sinestesia, para mí fue una auténtica liberación y el principio de un maravilloso encuentro conmigo misma. Realice el test elaborado por la Facultad de Psicología de la Universisad Granada y confirmé mi sinestesia”.
Un alto costo de los ideales.
El mundo no depende de un sueño, como seres humanos somos meros observadores, por lo que nos caeremos y levantaremos cientos de veces, siendo en muchas ocasiones más elevado el costo que el beneficio. Aún así, no nos tenemos que dejar llevar por la desesperanza, necesitamos poner distancia para poder ver con nitidez nuestros errores y avanzar por el camino más provechoso.
Pelicula Still Alice
... Y de repente todo se desintegra en nosotros y dejamos de ser lo que fuimos, dejamos de sentir y nuestros recuerdos vuelven a aquel lugar del que nacieron.
La existencia del ser humano se torna superficial si la alejamos del amor y comprensión de todas las personas que amamos. Aferrarnos a ese amor nos puede hacer pequeños... pero... ¿qué otra cosa nos queda?
Es la incertidumbre de vivir ¿a quién no le acongoja levantarse cada mañana?
Abrir los ojos,
ir a la ducha,
ordenar los papeles del escritorio,
desayunar y disponerse para ir a trabajar.
Coger el autobús lleno de gente acompañada de extraños olores de madrugada.
Murmullo incesante,
palabras sin sentido que llegan a tus oídos.
¡Todo te suena a mentira!.
Las ventanas y las puertas están cerradas,
nada se puede escapar
ni esos pensamientos que alquimian el amanecer que tienes enfrente de los ojos que te hacen divisar a través del cristal un espejismo,
o que toda esa gente son reencarnaciones de seres extraños que ocupan como tú un lugar en este inmenso universo.
Sentada
con los ojos abiertos
te contemplas a ti misma.
Eres como una pequeña isla en una inmensidad desordenada.
Te diriges a algún lugar
pero no sabes a donde.
Cuando pare el autobús ¿habrás llegado a tu destino?
Incertidumbre
El timbre suena
las puertas se abren
caminas sola con la luz de madrugada.
Miras al cielo esperando una respuesta a esos pensamientos
pero nadie contesta.
Te dejas llevar por tus pies, aunque por unos instantes se te pasa por la cabeza retroceder y volver a coger el autobús.
¡Allí estarás segura!
¡Las ventanas y las puertas están cerradas!.
Nada se puede escapar.
Volverías a ser una isla en esa inmensidad desordenada.
Pero no lo puedes hacer
INCERTIDUMBRE
Un hombre de Varmahlíð, una pequeña aldea del norte, salía cada día temprano a pastar con sus caballos y los recogía cuando se ponía el sol.
Una noche de invierno, el hombre tomó su candil y se dispuso a buscar a sus reses. Contaba 1,2,3,4...7 ¡ Falta el más hermoso!, se lamentó desconsolado.
A la mañana siguiente, con la luna aun brillando en el inmenso, cielo salió el granjero a buscar a su caballo.
Lo llamaba por su nombre:
-¡Arnór, Arnór!
Pero Arnór, su hermoso caballo no aparecía.
... Y así una jornada tras otra hasta que le atropelló el cálido verano.
Kálgus el granjero, recorría cada día la montaña en busca de su caballo.
Pero un inesperado amanecer soleado, cuando Kálgus sacaba a pasear a sus reses, a lo lejos divisó a ese caballo que tanto quería. Se acercó cauteloso para no asustar al animal pero de repente oyó una voz que a lo lejos decía:
- No te daré a tu caballo si no me procuras a una giganta, estoy solo y me estoy haciendo viejo. Dijo la voz con tono enfadado.
- ¿Dónde voy a encontrar yo una giganta?. Protestó el granjero.
- Eso es cosa tuya. Replicó la voz.
Desde ese desgraciado día el granjero salía desesperado en busca de la giganta y recorría montes, valles, fiordos, norte, sur, este, oeste... pero no daba con la criatura.
Cansado, el granjero volvió al pasto donde meses atrás había perdido a su hermoso caballo y gritó al viento:
- Ya tengo a tu giganta, devuélveme a mi caballo.
... Y de entre las piedras, como si de un sueño se tratara, surgió un gran Troll cubierto de harapos que, engañado por el granjero, cuando le dio el sol se convirtió en una fría y triste roca y para su desgracia, se iba encogiendo más cada año que pasaba hasta que se transformó en una diminuta piedra.
Esta es la historia el Pequeño Troll y el granjero de Varmahlíð que volvió orgulloso nuevamente a sacar a pastar a todos sus caballos.
Añoranza
Hoy quiero pensarte en verde
por que ayer,
ayer te pensé en azul
y mi alma no paraba de llorar, gemir y lamentarse.
Hoy seguro te pensaré en verde
como aquel día que dejaste escapara el roce de tu piel sobre mi carne
Caminaba distraída por las calles de Buenos Aires cuando una mujer enjuta, como de ochenta y tantos años llamó mi atención desde el otro lado de la calle.
Se acercó muy despacio, como si el tiempo hubiera retrocedido en su reloj, sorteando cada paso y haciéndome sentir mucho más distante y alejada de ella.
Cuando la tuve enfrente me miró, una mirada dulce, profunda, melancólica; me sonrió, me tomó el brazo, estiró su frágil cuerpo haciendo un gran esfuerzo y me dio un tierno beso en la mejilla.
"Sabía que te encontraría", dijo con palabras entrecortadas. "Sos Vos", nuevamente me volvió a sonreír y dejó sobre mis manos una fotografía.
Sin desprender nuestras miradas y sumida en esa sensación de vibrar en otro espacio en el tiempo, la abracé fuertemente y le susurré al oído. "Gracias abuela, te echaba mucho de menos".
... Y retomó el camino a su casa
... y yo seguí con el mío
Momentos de la vida cotidiana
Hablamos tanto de la lluvia
que un trueno acabó atravesándome la garganta
y tuve que escapar.
Tu vida o tu corazón, me dijo alguien,
quiero pasar mi vida en el suyo, le dije yo,
pero eso no era posible,
era tan imposible como un amor platónico cumplido,
como tú y yo cumplidas,
como tú,
como pedirte que te quedaras después
o vinieras antes,
como mantenerte encendida
al otro lado de la calle
viéndote por la noche sin poder tocarte
y no consumirme en el esfuerzo
de querer tu imposibilidad
al lado de mi almohada,
como negarte a ti
y no negarme a mí en el intento,
como olvidar tu pelo,
como fingir que no estás
detrás de cada palabra que me perturba,
como pretender saber
no echarte de menos
y conseguirlo,
como asentir
creyendo que es cierto
eso de que es el frío
el que hace las ausencias más largas
cuando ahora la única que existe es la tuya
en medio de este incendio de cenizas.
Te acabas de ir
y tus ruidos ya se escuchan por las noches.
Era tan imposible
-tan
imposible
como
pedirte
que
te
quedaras
conmigo-.
La tormenta me sorprendió contigo atrapada en la mirada,
lanzando botellas al mar llenas de besos
que nunca llegaban, que se extraviaban, que se equivocaban de puerto,
que se rompían intentando llegar a mi boca
y confundían mis barcos y me llenaban de cristales los labios
que, pegados a la ventana,
congelados,
solo esperaban verte aparecer.
Y entonces un día me dejé vencer,
olvidé dónde buscarte,
comencé a despegar
tus nudillos de mis pulmones,
me eché la sal de tu sudor perdido
en los ojos,
prohibí tu olor en mis domingos
y escribí todos los antónimos
de tu nombre en mis ventrículos,
si no te olvido a ti
no les olvidaré a ellos,
y al final lo único que quedó
fue un miedo tan inmenso como inconfesable
y un deseo,
solo quería marcharme de ahí y dejar de esperarnos,
irme lejos, pensando que lejos es donde no estás,
sin darme cuenta de que donde realmente estás es en mí,
y que no te irás hasta que yo lo decida.
Pero empezaba a tener frío
y tú no venías a curármelo,
así que tuve que pedirte sin decírtelo
que me volvieras a dejar en tierra y siguieras con tu vuelo,
pero antes quise hablarte del cielo que te rodea,
de que cuando hablas realmente creo
que los relojes carecen de sentido
si no es para pararlos y escucharte un rato más
-solo un ratito más, lo juro-,
que tuve todos los continentes en mis bolsillos
después de tu abrazo
porque cuando tú respiras
el mundo, a veces, se paraliza,
y otras, en cambio, se tambalea,
pero eso es algo que solo entendemos
los que hemos visto a la poesía perder las comillas,
que tu risa astilla las penas
y que aunque nos encontráramos en medio de una guerra
que por no querer luchar terminamos perdiendo,
encontré la paz en tus maullidos,
y fuiste algo así como volver a casa
por primera vez
después de perder mil batallas en la espalda.
Quise decirte que mi papel
siempre se redujo a contemplarte desde lejos
y volverte tinta,
que pudimos
y aunque no fuimos
siempre seremos
-ojalá entiendas eso-,
que nos hicimos el amor
una noche que llovimos
y por eso te llevaré conmigo
siempre.
Que ojalá la huida
hubiera sido de tu cama a la mía,
que ojalá la lucha
se hubiera reducido a morderte las caderas
y no a este cansancio
lleno de ojeras mudas,
que ojalá volviera a verte
cada invierno de mi vida
y vieras que contigo nunca tuve prisa
porque conocerte es viajar y besar
dulce y lento
un día de invierno
llenas de frío por fuera
y de amor por dentro.
Y que ojalá sonrías
y no te culpes
ni te castigues:
tú cambias vidas,
pero no destinos.
Y por “todo” se incluye también que, en mitad del espacio, se forme un cerebro en cuyo interior hayan ilusiones de memorias y de sensaciones. Por “todo”, se incluye que tú seas un cerebro flotando en el espacio que se originó hace unos segundos (o años) y que todo lo que creas ver, recordar, experimentar y sentir sea una simulación.
No. No nos hemos vuelto locos. Y no. No estás en una página de ciencia ficción. Estás en una página de ciencia. Y lo que te acabamos de contar no solo es físicamente posible, sino que con los modelos actuales del Universo, es imposible desmentir que esto pueda suceder. Es más. Si el tiempo fuera infinito, sería imposible que estos cerebros cósmicos no se formaran.
Prepárate para que te estalle la cabeza, porque hoy hablaremos de los Cerebros de Boltzmann, unas entidades hipotéticas que podrían generarse por fluctuaciones cosmológicas en un Universo caótico y que abrirían la puerta (más bien, obligarían) a que toda tu vida fuera una simulación dentro de un cerebro que flota por el espacio. Y una vez más: no nos hemos vuelto locos. La ciencia es loca. Y lo vas a descubrir aquí y ahora.
Antes de entrar en materia y hablar de simulaciones y cerebros que flotan por el espacio, tenemos que ponernos en contexto y entender el principio físico del que deriva esta alocada especulación. Y este principio tiene nombre y apellidos. Bueno, solo nombre: la entropía.
El principio de entropía o segunda ley de la termodinámica nos dice que la cantidad de entropía en el Universo tiende a incrementarse con el tiempo. Pero, ¿qué es la entropía? Es común oír la definición de que la entropía es sinónimo de desorden. Pero esto es sobresimplificar algo que, en realidad, es mucho más complejo.
Hay muchas definiciones distintas de entropía, pero todas giran alrededor de un concepto clave: la entropía es una magnitud (y no una fuerza, ahora lo veremos) que mide el modo en el que un sistema cerrado (aislado) evoluciona hacia el estado estadísticamente más probable. La entropía es una consecuencia de la probabilidad aplicada a la termodinámica. El sentido común aplicado al Universo.
El Universo tiende siempre al desorden y al caos no porque haya una fuerza que empuje hacia este mayor desorden, sino porque simplemente, el desorden es muchísimo más probable que el orden. El Universo tiende a lo más probable. Y como lo más probable es también lo más caótico, decimos (en realidad, de forma incorrecta), que el Universo tiende al desorden.
La entropía es una consecuencia de dos factores que se dan en el Universo: muchísimas (trillones) partículas formando un mismo sistema y aleatoriedad dentro del mismo. El sistema, pues, evoluciona hacia el estado que surge tras la combinatoria más posible.
Que un gas ocupe todo el recipiente en el que se encuentra (como por ejemplo una habitación) y que este esté en un estado de desorden no es una consecuencia de que haya una fuerza que específicamente lo conduzca a hacerlo, sino de la probabilidad.
Hay millones de millones de millones de conformaciones microscópicas de las moléculas del gas que llevan a que, a nivel macroscópico, veamos el gas ocupando toda la habitación; mientras que el hecho de que se acumulen en una esquina responde a muy pocas conformaciones microscópicas.
Es tan infinitamente improbable que, de repente, las moléculas de gas se vayan a una esquina, que no hay tiempo en el Universo para que eso ocurra. Pero, técnicamente, podría pasar. No hay ninguna ley que lo impida. Recuerda que la entropía no es una ley física. Es una ley estadística. Habla de probabilidades.
Y en aunque en un tiempo limitado, no sucederá ese estado de mayor orden (tampoco hay una ley física que impida que en medio de un lago se forme, sin que haga frío, un cubito de hielo por simple combinatoria de las moléculas de agua), la entropía puede quebrarse cuando este tiempo tiende al infinito.
Como hemos dicho al principio, dado el suficiente tiempo, todo aquello no imposible sucederá. Y como la entropía no es una ley ni una fuerza, sino una consecuencia de la probabilidad, pueden pasar cosas muy extrañas. Que te ahogues en una habitación porque todo el aire se va a una esquina e, incluso, que un cerebro emerja en medio del espacio. Pero no nos adelantemos.
Como acabamos de ver, que trillones de moléculas se junten, pasando del desorden al orden, para formar una estructura no es físicamente imposible. Es altamente improbable. Increíblemente improbable. Sí. Pero no imposible. Y en un tiempo suficientemente grande, todo aquello no imposible sucederá, recuerda.
Y es el momento de hablar de Ludwig Boltzmann, físico austriaco y padre de la conocida como mecánica estadística que, a finales del siglo XIX, hizo muy importantes aportaciones a la física, especialmente en lo que a la segunda ley de la termodinámica se refiere. Sin ir más lejos, ideó la conocida como constante de Boltzmann, un concepto clave para el cálculo matemático de la entropía.
Por desgracia, Boltzmann se suicidó en septiembre de 2006 y, aunque las causas de ello nunca estuvieron claras, se cree que fue debido al poco reconocimiento académico que sus innovadoras ideas tuvieron. Boltzmann fue un incomprendido que, en parte, fue ridiculizado por la comunidad científica.
Pero, ¿cuáles fueron estas ideas? Nos tenemos que ir al contexto de mediados y finales del siglo XIX. La Teoría del Big Bang ni siquiera era imaginable, por lo que los físicos todavía estaban intentando comprender el origen de nuestro Universo. Y uno de los que se aventuró a dar una visión sobre ello fue Ludgwig Boltzmann, quien, a través de su profundo conocimiento de la termodinámica (y especialmente de la estadística), dio una hipótesis sobre el nacimiento del Universo.
Boltzmann sabía que el Universo tenía que tender al desorden (ya hemos explicado los matices de esto), pues así lo indicaba la entropía. Pero, entonces, ¿por qué nuestro Universo estaba tan bien ordenado en galaxias, estrellas y planetas? Boltzmann consideró que nuestro Universo era excesivamente ordenado. Tenía que ser más caótico.
En este contexto, Boltzmann comunicó a la comunidad científica que el Universo era menos caótico de lo que predecía la segunda ley de la termodinámica que tan bien conocía. Y la conocía tan bien que incluso sabía que, si bien en un tiempo limitado, nunca veremos cómo este principio de entropía se rompe; dado un tiempo ilimitado, sí que puede hacerlo.
Y es aquí donde, como y cuando introduce su teoría sobre el origen de nuestro Cosmos. Boltzmann ideó la hipótesis de que nuestro Universo observable era un estado de excepción aleatoriamente ordenado dentro de un Metauniverso realmente caótico que, en un tiempo infinito, se reunieron las probabilidades para que surgiera una fluctuación menos desordenada: nuestro Universo.
Es decir, según Boltzmann, nuestro Universo procedería de un punto en el tiempo en el que, por haber dado el tiempo suficiente, se quebró la entropía dentro de un Universo mucho más grande y caótico que el nuestro. Nuestro Cosmos sería un estado de excepción (infinitamente improbable pero no imposible) dentro de un sistema verdaderamente caótico: un Universo madre.
Y, pese a que los modelos actuales (básicamente, por lo que sabemos del Big Bang y de la inflación del Universo) nos digan que esto es imposible, la comunidad científica ridiculizó a Boltzmann, algo que, seguramente, hizo que decidiera quitarse la vida con 62 años en Duino, Italia.
Aun así, dentro de este contexto que muestra el lado más oscuro de la ciencia, sucedió algo que abriría la puerta a una de las más espectaculares especulaciones de la historia de la física y, seguramente, de la ciencia.
Arthur Stanley Eddington, astrofísico británico de la primera mitad del siglo XX especialmente conocido por sus trabajos de la teoría de la relatividad, en un intento por mostrar el lado más cómico (seguramente, sin malas intenciones) de la hipótesis de Boltzmann sobre el origen del Universo, encontró el lado más perverso y alocado de su teoría.
Eddington, dijo: “claro, y si en lugar de que se formara un Universo de la nada, ¿no se formara un cerebro que flota por el espacio?”. En este intento de ridiculizar el trabajo del ya fallecido Boltzmann, hizo que aflorara una nueva teoría que sigue pisando fuerte a día de hoy: los cerebros de Boltzmann. Y ahora, sí que sí, prepárate para que tu cerebro estalle. Nunca mejor dicho
De acuerdo. Quizás la idea de que todo el Universo observable, con sus 93.000 millones de años luz de diámetro y sus 2 millones de millones de galaxias, surgiera como un estado de fluctuación dentro de un Cosmos muchísimo mayor y más caótico es demasiado. Pero, ¿y si lo que surgiera de esta fluctuación no fuera un Universo, sino un cerebro?
Sigue siendo una locura, sí. Pero no podemos negar que, dentro de la casi imposibilidad, que de un estado de caos surja un cerebro es menos imposible que que surja un Universo. Al menos hasta aquí estamos de acuerdo, ¿no?
Y ya hemos dicho que dado el tiempo suficiente, todo aquello no imposible no es que pueda suceder, sino que sucederá. En un tiempo infinito, todo aquello estadísticamente posible (por muy casi imposible que sea) sucederá.
Y es estadísticamente posible que las moléculas de hidrógeno, carbono, silicio, oxígeno, etc, presentes en una nebulosa en medio del espacio adquieran justo la conformación exacta para crear un cerebro. Que no. No insistas. No es imposible. Es “imposible” dentro de nuestra concepción de tiempo. Pero no hay ninguna ley física que impida que un conjunto de moléculas adquieran justo una conformación X.
Y un cerebro es, al final, una simple configuración de moléculas y átomos. Es posible, pues, que dado el tiempo suficiente, surja un cerebro en medio del espacio. Sí. La probabilidad es bajísima. Se habla de que la probabilidad (que es imposible de calcular) de que emerja, por una rotura de la entropía en una porción del espacio y por la combinación justa de moléculas, un cerebro, sería de 10 elevado a 10 elevado a 69. Es un número tan grande que es inimaginable.
Pero es que si hay suficiente tiempo, no es imposible que surja un cerebro en medio del espacio. Es más, si el Universo y el tiempo es infinito, lo que es imposible es que no surja este cerebro. De hecho, con tiempo infinito, es imposible que en medio del espacio, por combinación al azar de moléculas, no surja un plato de macarrones. Así es la física.
Y esta entidad que se ha formado como una fluctuación dentro de un estado caótico del Universo es lo que se conoce como cerebro de Boltzmann. Y si el hecho de que la segunda ley de la termodinámica permita (y obligue, si el tiempo es infinito) que, en medio del espacio, aparezca un cerebro por arte de magia, espera. Hay más.
Y es que según esta teoría, tú serías un cerebro de Boltzmann. Sí. Como lo oyes. Tú serías un cerebro flotando en medio del espacio que ha surgido en algún momento desde el inicio del Universo hasta hace una milésima de segundo. Sí. Podrías haber nacido hace un segundo. O estar naciendo ahora. O… ¡Ahora!
Al final, todo lo que somos, sentimos y percibimos está en nuestro cerebro. No podemos estar seguros de que aquello que nos rodea sea realmente real (valga la redundancia), pues todo tiene su origen en las conexiones neuronales. Desde sentir el olor de una flor hasta recordar memorias. Todo está en el cerebro.
Y si todo es, al final, una ilusión o una interpretación del cerebro y la física permite que los cerebros de Boltzmann existan, dime tú por qué no podrías ser un cerebro flotando por el espacio con una falsa ilusión de memorias y de sensaciones.
Tú podrías ser un cerebro de Boltzmann en el que los átomos, moléculas, proteínas, hormonas, neuronas y neurotransmisores se han ensamblado como una fluctuación casi imposible dentro del Universo que te hace tener recuerdos y sensaciones que solo son reales dentro de este cerebro que vaga por el espacio.
Todo lo que recuerdas podría no haber pasado nunca. Todas aquellas personas a las que conoces podrían ser solo imágenes creadas por el cerebro. Todo el Universo que te rodea podría ser solo una proyección dentro del cerebro de Boltzmann. Tú serías solo un ente que flota por el espacio en cuyo interior se generan unos falsos recuerdos y sensaciones que, al final, es lo que nos hace estar (o sentirnos) vivos.
Todo lo que consideras como tu vida sería una simulación que, cuidado, no ha creado nadie. Una simulación creada por una rotura del principio de entropía que ha hecho que surja un cerebro en medio del espacio. Entonces, existiría Dios. Serías tú. Tú, como cerebro de Boltzmann, serías el Dios del Universo que se está simulando en tu interior.
Recuerda, en un tiempo infinito, todo aquello que no sea imposible sucederá. Y esto no es imposible. Es casi imposible. Pero este “casi” obliga a que, en un marco de tiempo infinito, sea imposible que no haya cerebros de Boltzmann. ¿Y si fueras uno? ¿Y si yo, que estoy escribiendo esto, no existiera o fuera solo una proyección de tu cerebro?
Lo único que sé es que yo existo. Así que soy mi cerebro de Boltzmann. Aunque, claro, podría ser solo una proyección intentando convencerte a ti de que lo soy, cuando, en realidad, el Dios eres tú. Estadísticamente hablando, podríamos ser un cerebro de Boltzmann. Aun así, los científicos creen (esperan) que hay algo en el Universo que impide que esto suceda. Porque, de ser así, la existencia humana sería algo aterrador. Sean Carroll, físico y cosmólogo estadounidense, en un artículo que te dejamos en la sección de referencias, explica por qué estos cerebros no pueden existir.
Seguramente, los cerebros de Boltzmann sean simplemente una paradoja. Pero si la entropía puede romperse (y parece que no haya nada que lo impida), dado el suficiente tiempo, los cerebros de Boltzmann podrían (deberían) existir. Sin duda, algo en lo que pensar cuando vayas a dormir.
Sólido, líquido, gaseoso, plasma y condensado de Bose-Einstein (BEC, por sus siglas en inglés). Estos son los cinco estados de la materia, o al menos los primeros de la lista, pues la ciencia experimenta con otras exóticas formas. Los tres primeros se enseñan en primaria, el cuarto puede que nos suene, pero ¿el quinto? Pues con esta forma de agregación trabajan en la Estación Espacial Internacional (EEI) donde se explota el entorno de microgravedad del espacio para realizar experimentos.
Un condensado de Bose-Einstein se forma cuando un grupo de átomos se enfría hasta cerca del cero absoluto (-273 ºC). Es una forma de agregación de la materia que no se encuentra de manera natural, de hecho, este año se cumple un cuarto de siglo desde que los físicos Eric Cornell y Carl Wieman lograsen enfriar tanto una nube de átomos para que alcanzara este estado. Años más tarde recibirían en Nobel de Física por el descubrimiento.
A esta baja temperatura, dichos átomos se convierten en una entidad única, como si fueran un super átomo, con propiedades cuánticas. Es decir, se logra que algo a escala macroscópica se rija por las leyes de la física que dominan la materia a escala microscópica. Los condensados de Bose-Einstein proporcionan de esta manera una ventana única al mundo de la mecánica cuántica. Pero medirlos con precisión se ve obstaculizado por la gravedad.
Hoy el equipo de Robert Thompson, del Jet Propulsion Laboratory de la NASA, presenta en un estudio publicado en Nature las características de los condensados generados en el espacio. El documento muestra los primeros resultados de la misión Cold Atom Laboratory (CAL), la cual diseñó una instalación para la investigación de cuánticos ultrafríos en el entorno de microgravedad de la EEI y que se puso en órbita en el 2018.
“La microgravedad nos permite confinar átomos con fuerzas mucho más débiles, ya que no tenemos que sostenerlos en contra de la gravedad. Esto nos ayuda a lograr un régimen de temperaturas más bajo del que realmente se puede lograr sobre la Tierra”, explica Thompson por correo electrónico.
El equipo halló ciertas diferencias en las propiedades del BEC generado en la estación espacial respecto a las observadas en la Tierra. Para la generación de un condensado se emplea un proceso conocido como enfriamiento evaporativo. Para ello se sirven de campos magnéticos que confinan los átomos como si de una trampa se tratara.
“Una de las formas en que enfriamos los átomos más allá del punto en que ocurre la condensación de Bose-Einstein es debilitando la trampa, lo que permite que la nube atómica se expanda. A medida que se expande, se enfría”, explica Thompson. El proceso es similar a lo que sucede con un bote de espray: a medida que se rocía el gas, el de dentro se expande y enfría la lata.
Al hacer esto en el espacio, los átomos se expanden sin resultar afectados por la fuerza de la gravedad. “Lo más importante es que podemos observar los átomos mientras flotan completamente desconfinados (y por lo tanto no perturbados) por fuerzas externas”, dice.
En la Tierra, los átomos comienzan a caer inmediatamente por la fuerza de atracción gravitatoria y por lo general golpean la parte inferior del instrumento en una fracción de segundo, limitando así el tiempo de observación. Y un tiempo de observación más largo se traduce en una mayor precisión en las mediciones.“En el espacio, básicamente estás limitado por cuánto puedes lograr enfriar tus átomos, y esperamos alcanzar más de cinco segundos en el CAL, y tal vez mucho más tiempo en futuras misiones”. Por el momento han conseguido superar el segundo.
También hay otras ventajas que presenta la generación del quinto estado de la materia en el espacio. En tierra, los diferentes tipos de átomos se separarán hasta cierto punto y los más pesados se hunden, especialmente en trampas muy débiles. E incluso puede darse que con el mismo tipo de átomo haya variaciones en la densidad causadas por la gravedad, lo que conlleva a algunos experimentos sean imposibles de llevar a cabo, según explica el investigador.
Los resultados del equipo muestran que el laboratorio espacial puede facilitar futuros estudios de gases atómicos ultrafríos y la ventaja de producirlos en condiciones de microgravedad. Suponen, según indican los autores, el principio de años de potenciales operaciones científicas con las primeras series de experimentos ya en marcha.
No sé mentir, elaboró una pequeña mentira durante días y cuando llega el día de decirla, me la imagino en mi mente y las palabras que salen ...