Un hombre de Varmahlíð, una pequeña aldea del norte, salía cada día temprano a pastar con sus caballos y los recogía cuando se ponía el sol.
Una noche de invierno, el hombre tomó su candil y se dispuso a buscar a sus reses. Contaba 1,2,3,4...7 ¡ Falta el más hermoso!, se lamentó desconsolado.
A la mañana siguiente, con la luna aun brillando en el inmenso, cielo salió el granjero a buscar a su caballo.
Lo llamaba por su nombre:
-¡Arnór, Arnór!
Pero Arnór, su hermoso caballo no aparecía.
... Y así una jornada tras otra hasta que le atropelló el cálido verano.
Kálgus el granjero, recorría cada día la montaña en busca de su caballo.
Pero un inesperado amanecer soleado, cuando Kálgus sacaba a pasear a sus reses, a lo lejos divisó a ese caballo que tanto quería. Se acercó cauteloso para no asustar al animal pero de repente oyó una voz que a lo lejos decía:
- No te daré a tu caballo si no me procuras a una giganta, estoy solo y me estoy haciendo viejo. Dijo la voz con tono enfadado.
- ¿Dónde voy a encontrar yo una giganta?. Protestó el granjero.
- Eso es cosa tuya. Replicó la voz.
Desde ese desgraciado día el granjero salía desesperado en busca de la giganta y recorría montes, valles, fiordos, norte, sur, este, oeste... pero no daba con la criatura.
Cansado, el granjero volvió al pasto donde meses atrás había perdido a su hermoso caballo y gritó al viento:
- Ya tengo a tu giganta, devuélveme a mi caballo.
... Y de entre las piedras, como si de un sueño se tratara, surgió un gran Troll cubierto de harapos que, engañado por el granjero, cuando le dio el sol se convirtió en una fría y triste roca y para su desgracia, se iba encogiendo más cada año que pasaba hasta que se transformó en una diminuta piedra.
Esta es la historia el Pequeño Troll y el granjero de Varmahlíð que volvió orgulloso nuevamente a sacar a pastar a todos sus caballos.
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