DUBLIN 1997. LA SEÑORA DE LAS FLORES.
MOMENTOS DE LA VIDA COTIDIANA
Hoy a mi mente se le ha antojado alejarse del entorno que me rodea por unos instantes, para recordarme, llevando a mi memoria, como si se tratara de una de mis tantas fotografías colgadas en paredes olvidadas, aquellos momentos de la vida cotidiana que me regalaron los entrañables personajes de una de las ciudades que me vio crecer, Dublin.
Ciudad pequeña, acogedora, cordial, tímida pero refrescante, bañada con una singularidad sin igual, con habitantes inquietos, de esos juguetones con las miradas, cautelosos en roces, pero tan dados al amor, que llegan a hacerte olvidar el desasosiego que puede embargarte las llamativas fachadas grises en sus infinitos días lluviosos.
Cada día, como un castigo autoimpuesto o una especie de rutina obligada, caminaba por O'Connel Street, mirando de un lado a otro, como descubridora de mundos.
En mitad de mi camino, siempre me tropezaba con la misma dama, una anciana enjuta, delgada, con pelo completamente cano, mal peinado en algo que quería parecer un moño, dándole a su vez, un aire despreocupado, como si ya no tuviera más cosas que soñar de este mundo, agudizando de manera exaltante una mirada de profundidad exagerada y una sonrisa inalcanzable para los mortales, a pesar de que en su rostro centelleaban rasgos marcados por el maltrato de los años.
A su lado, siempre un carrito negro de bebe, con las ruedas altas y angostas, de esos que ya no se estilan.
No había día que la anciana no me regalara una sonrisa, levantaba su cabeza con dificultad, me dirigia su mirada desde lo más profundo de su alma y su cara toda se le transformaba haciéndole parecer una mujer joven, casi infantil e inocente.
Aquella mañana, la dama añadió "algo" absolutamente maravilloso a su ritual, me llamó, me acerque sin temor alguno y suavemente, sin vacilar, dejó caer sobre mi mano un ramo de rosas rojas que llevaba para vender en su carrito, mientras de su boca menuda se dejaron escuchar unas tiernas palabras: "mi dulce niña, una sonrisa y una flor".
Y en aquel mismo instante pensé :"cuando sea mayor, quiero alcanzar esa humildad y sencillez para poder ser capaz de regalar pequeños actos de sabiduría y momentos de felicidad perdurables en el tiempo"
MOMENTOS DE LA VIDA COTIDIANA
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