La primera vez que me enamoré contaba con aproximadamente 23 años, los sentimientos me invadieron sin tregua hacia una mujer que me duplicaba la edad, además de ser mi amiga, mi protectora, mi apoyo, mi referente, mi todo.
Pasaban los días y compartía mi amor en silencio, acurrucaba sus penas y alegrias, escuchaba sus añoranzas, sentía sus risas y me perdía, sin dirección alguna, en su mirada, profunda, sabedora, apacible y lo más sabio que había conocido nunca.
Un día, otro día y otro más... Hasta que el tiempo separó nuestros caminos
Veinte años después, fui a reencontrarme con esa amistad, me abrazó tan fuerte, lloraba sin desconsuelo pidiéndome continuamente perdón.
Y lloraba y no podía parar de llorar.
Entonces comprendí que habiamos vivido dos amores no correspondidos atrapados en el miedo a salir del corazón, encerrado en la angusta más cruel que podía existir.
Ambas nos amabamos
Ambas nos amamos
Y ambas nos amaremos siempre
Porque compartimos el amor de aquello que nunca pudo ser
Personajes de la vida cotidiana
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