lunes, 29 de julio de 2019

Los designios de la vida


Volver la vista atrás de vez en cuando nos ayuda a poder ver con más claridad nuestro presente y encaminar el futuro inventado.
Para mi se ha convertido en un juego mental, adelante, atrás, cierto, incierto, un desorden de momentos que algunas veces me causa confusión y temo que mi mente invente situaciones, personas, sufrimientos y alegrías.
Mi primera crisis existencial, esa que dicen que la pasan las personas a los cuarenta, la tuve a los seis años, a esa edad, el pequeño mundo que me rodeaba me decepcionó como nunca hubiera podido imaginar. Comencé a poner nombre a las mentiras de los adultos más cercanos en los que había confiado toda mi vida, mis juegos, mis incertidumbres, mis esperanzas. Observaba el cielo y las estrellas que un día fueron razón de sueños y ensueños y sus mensajes se tornaban confusos, no estaban cercanos como los imaginaba a la hora de ir a dormir, no albergaban reyes ni princesas, no pertenecían a ningún cuento que me leía mi mamá cuando se ponía el sol y llegaba la pausa del descanso, con el cual podía huir al país de más allá. Descubrí el dolor ajeno, las injusticias sociales, la muerte y todos aquellos sufrimientos a los que los adultos parecían querer aferrarse para poder salir adelante. Ese día lo tengo fuertemente marcado en mi memoria, ese día dejé de ser niña, ese día comprendí que nadie podía reconfortar mis inquietudes porque nadie entendía mis preguntas, nadie nada más que yo misma, estaba dispuesto a caminar a mi lado para recorrer ese gran viaje que de repente se había presentado en mi vida.
A partir de ese momento conocí el sentido de la soledad y la falta de entendimiento, tanto los adultos como los niños comenzaron a ignorarme, desaparecieron los días de juego compartido y comencé a pedir que me regalaran libros, necesitaba leer, saber, saber, saber, encontrar respuestas a esas preguntas a las que con el pasar de los años fui dando forma abriéndome camino en los misteriosos designios de la vida.

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