Volver la vista atrás de vez en
cuando nos ayuda a poder ver con más claridad nuestro presente y encaminar el
futuro inventado.
Para mi se ha convertido en un
juego mental, adelante, atrás, cierto, incierto, un desorden de momentos que
algunas veces me causa confusión y temo que mi mente invente situaciones,
personas, sufrimientos y alegrías.
Mi primera crisis existencial,
esa que dicen que la pasan las personas a los cuarenta, la tuve a los seis
años, a esa edad, el pequeño mundo que me rodeaba me decepcionó como nunca
hubiera podido imaginar. Comencé a poner nombre a las mentiras de los adultos
más cercanos en los que había confiado toda mi vida, mis juegos, mis
incertidumbres, mis esperanzas. Observaba el cielo y las estrellas que un día
fueron razón de sueños y ensueños y sus mensajes se tornaban confusos, no
estaban cercanos como los imaginaba a la hora de ir a dormir, no albergaban
reyes ni princesas, no pertenecían a ningún cuento que me leía mi mamá cuando se ponía el sol y llegaba la pausa del descanso, con el cual podía huir al país de más allá. Descubrí el dolor
ajeno, las injusticias sociales, la muerte y todos aquellos sufrimientos a los
que los adultos parecían querer aferrarse para poder salir adelante. Ese día lo
tengo fuertemente marcado en mi memoria, ese día dejé de ser niña, ese día
comprendí que nadie podía reconfortar mis inquietudes porque nadie entendía mis
preguntas, nadie nada más que yo misma, estaba dispuesto a caminar a mi lado
para recorrer ese gran viaje que de repente se había presentado en mi vida.
A partir de ese momento conocí el
sentido de la soledad y la falta de entendimiento, tanto los adultos como los
niños comenzaron a ignorarme, desaparecieron los días de juego compartido y
comencé a pedir que me regalaran libros, necesitaba leer, saber, saber, saber,
encontrar respuestas a esas preguntas a las que con el pasar de los años fui dando forma abriéndome camino en los misteriosos designios de la vida.
Magnifico!...
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminar