Reseña: “Nuestra mente nos engaña” de Helena Matute
“Mi mente me engaña a menudo y no me entero. Igual que a ustedes la suya, vaya. Cambio la realidad continuamente, recuerdo cosas que no existieron, percibo una parte ínfima del mundo que tengo delante de mis ojos, tomo decisiones sin pensar y ya me ocupo más tarde de buscarles justificación racional para hacerme creer a mí misma que todo lo había decidido con antelación. [Somos] tan hábiles engañándonos y cambiando la realidad que ni siquiera nos enteramos de cómo y cuándo nos engañamos. [Para] comprobarlo tenemos que diseñar una serie de experimentos ingeniosos y pillarnos a nosotros mismos en un renuncio tras otro. [No] se obsesionen con corregir sus sesgos en situaciones cotidianas. Recuerden, están ahí por algo”.
Me ha gustado mucho el breve libro de Helena Matute, “Nuestra mente nos engaña. Sesgos y errores cognitivos que todos cometemos”, Neurociencia & Psicología, El País (2018) [143 pp.]. La combinación de experiencias personales con experimentos propios me ha sorprendido. Como indica la autora (“intentaré mantener un equilibrio entre el rigor científico y la agilidad de lectura”), el libro se lee muy fácil y lo más importante, te invitar a pensar entre cada sesión de lectura. Y hoy en día se necesitan libros que te hagan pensar sobre tu vida cotidiana y sobre tí mismo.
Helena Matute es catedrática de Psicología Experimental en la Universidad de Deusto, Bilbao, y directora del Laboratorio de Psicología Experimental. Investiga sobre cómo aprendemos, sesgos cognitivos, asociaciones mentales, supersticiones, pseudociencias, ilusiones causales, aprendizaje asociativo y memoria, y también sobre Psicología de las Nuevas Tecnologías (relaciones entre humanos e inteligencias artificiales, aspectos psicológicos de la vida en la red, etc). En este libro de divulgación nos acerca al mundo de los sesgos. Todos estamos sesgados. Quizás yo también al recomendaros este libro. Pero a mí me ha gustado mucho y quiero compartirlo con vosotros.
Tras la introducción, cinco capítulos, el epílogo y la bibliografía. La “Introducción” [pp. 09-16], se inicia fuerte: “¿Qué pensaría usted si le demuestro que no puede fiarse de sus sentidos, ya que mucho de lo que ve y lo que oye es una construcción de su mente? ¿Y si le digo que buena parte de sus recuerdos son inventados?” ¡Qué poco racionales somos! ¡Cuánto nos engañamos a nosotros mismos! “Inventar realidades que no percibimos, lo mismo que tomar decisiones antes de contar con todos los datos, nos proporciona una enorme ventaja evolutiva”.
El capítulo 2, “Mentes cavernícolas” [pp. 19-36], se inicia con la historia de OjosBonitos, Flor y MariCastaña. Me han gustado los toques literarios al inicio de cada capítulo. “Nuestra herencia” parte de OjosBonitos que poseía “una mutación que la hacía ser más propensa a inventarse la realidad a partir de información ambigua y escasa. OjosBonitos veía una sombra, imaginaba el resto, salía corriendo, y a menudo acertaba”. Así llegamos a “Nosotros” que “somos capaces de ver intenciones perversas hasta en un vídeo en el que aparecen cuadrados y triángulos moviéndose por la pantalla e intuimos que uno es el malo, que va persiguiendo al otro, que es la víctima”.
“El error menos letal”, el «falso positivo», siempre mejor que el error fatal, el «falso negativo». Los “Cavernícolas”, nuestros antepasados, están detrás de nuestros sesgos. “¿Existe la realidad tal y como la conocemos?” Una pregunta que cobra un nuevo sentido cuando somos conscientes de que “nuestra mente nos engaña”. Finaliza el capítulo hablando de “Condicionamiento animal” al hilo del experimento de Iván Pávlov (Premio Nobel de Fisiología en 1904) y de la novela de Marcel Proust En busca del tiempo perdido, obra cumbre de la literatura universal.
“Atrapados en los sesgos” [pp. 39-73], el tercer capítulo, se inicia con la historia de una aventura personal de Helena en el Pirineo. “Ya no sé en cuántos sesgos estábamos cayendo ese día. De libro. Lo veo ahora, claro, desde la distancia; en el momento seguía sin enterarme”. Por fortuna, la aventura tuvo un final final feliz. “El sesgo consiste en considerar también el grupo como protector en situaciones en las que este no puede protegernos”. No te cuento más. Así la autora nos acerca el libro de Wray Herbert On Second Thought. “Pensar, pensar, pensar: es la única defensa frente a los sesgos. ¡Párate y piensa!”
Se discuten “Otros sesgos en nuestro ejemplo”, porque hay “Sesgos, sesgos y más sesgos”. Cada capítulo incluye recuadros, en este “El sesgo del punto ciego, el rey de los sesgos”. Antes de presentar los sesgos más conocidos, Matute nos recuerda la diferencia entre “Errores, sesgos, heurísticos y ruido. ¿Son lo mismo?” Me ha resultado muy interesante la discusión sobre los sesgos en economía al hilo de “Daniel Kahneman: Premio Nobel a la integración de la investigación psicológica en la economía” y la recomendación de la lectura de su libro Pensar rápido, pensar despacio, “una auténtica maravilla”.
“Nuestros sesgos con los números”, raíz del anumerismo de muchos; el caso de una mujer ficticia llamada “Linda”; “El sesgo de confirmación”, que afecta a muchos científicos; y “El sesgo de disponibilidad”, que incluye el recuadro “El 11 de septiembre de 2001 y el sesgo de disponibilidad” sobre los accidentes en carretera tras el ataque terrorista.
El capítulo 4, “El Ministerio de la Verdad” [pp. 77-97], se inicia con “1984, la profética novela de Orwell. [En] 2018, la administración del país más poderoso del planeta parece haber adquirido 1984 como libro de cabecera. [A] día de hoy existen infinidad de pruebas sobre lo relativamente fácil que es cambiar la realidad, y en especial los recuerdos, que percibimos para adaptarla a nuestros intereses y creencias previas. La psicología experimental lleva ya unas cuantas décadas investigando en serio este tema, y las pruebas de que disponemos son abrumadoras”.
Hoy en día se pueden “Implantar recuerdos falsos”, como “hacer creer a voluntarios que perpetraron delitos que en realidad no habían cometido”. Famosa es la historia de los “Terapeutas y abusos infantiles” gracias a Elizabeth Loftus. “Los recuerdos no son de fiar. Ni los míos ni los de nadie, tampoco los suyos, amigo lector, lamento decírselo”. “Para qué sirve la memoria” nos recuerda que “la memoria se edita, una y otra vez, como si fuera una entrada de la Wikipedia, de modo que lo que hoy puedo leer en ella es solo la última versión, una vez modificada e incorporado el conocimiento más reciente, incluso el falso”.
“Existe una especie de ilusión por la cual nuestro estado actual es algo así como el final de la historia. Hasta ahora hemos cambiado y evolucionado como personas, pero, a partir de ahora, ya no cambiaremos más. Muy lógico todo. Ilusión del final de la historia. Es de Dan Gilbert”, como nos cuenta Matute en “Regreso al futuro”. Porque “Los recuerdos modulan nuestras decisiones” y no es bueno “Delegar en terceros la tarea de recordar”. Todo ello porque “nuestra mente sigue siendo la misma y se sigue rigiendo por las mismas leyes. Básicamente, la ley del mínimo esfuerzo. Parece una tontería pero no lo es”.
Por cierto, este capítulo tiene tres recuadros, “Las preferencias políticas modifican los recuerdos”, “Recuerdos discrepantes” y “El truco de modificar el recuerdo cambiando una palabra”. Así llegamos al capítulo 5, “Magia de los sentidos” [pp. 101-111], con James Randi visitando el laboratorio de Helena Matute: “Manipulaba nuestra atención, se reía de nuestra ingenuidad, y nos demostró que, a pesar de ser psicólogos experimentales y de creernos más duchos que nadie a la hora de detectar sesgos y errores de la percepción y de la memoria, y a pesar de saber que nos encontrábamos ante un mago a quien habíamos invitado precisamente para que explotara estos efectos psicológicos en nosotros, éramos unos auténticos pardillos”.
Los magos aprovechan la “Ceguera por falta de atención”, entre muchas otras. Este capítulo incluye el recuadro “Magia potagia” y finaliza con unas instructivas “Ilusiones gastronómicas”. “Detalles tan aparentemente triviales pueden cambiar el sabor de la comida y la valoración que hacemos de ella. [Por ejemplo,] los cubiertos han de ser bien pesados, y los cuchillos, además, bien afilados. [Para] que un producto tenga éxito, tenemos que lograr que, entre otras muchísimas cosas, su nombre, su color, su aspecto, todo tenga las asociaciones adecuadas”.
El capítulo 6, “Siempre aprendiendo” [pp. 115-133], nos habla del “Aprendizaje”. Seguro que todos los lectores esperan una discusión sobre “¿Causalidad o casualidad?” los sesgos asociados a la relación entre causas y efectos, claves en la pseudociencia y en la pseudomedicina. Matute nos cuenta que “en nuestro grupo de investigación hemos hecho muchos experimentos sobre detección de causalidad, real o ilusoria, utilizando medicamentos ficticios y pacientes también ficticios”, en “Ilusión de causalidad, ilusión de control”. Porque “todos tenemos una mente cavernícola, todos podemos sucumbir a sesgos de causa-efecto el día menos pensado”. Incluso, los “Científicos: ¿sabios sin sesgo?”, aunque gracias a los métodos científicos acaban siendo “conscientes de que tienen sesgos” y así logran evitarlos.
Finaliza el capítulo con una interesante discusión en “Para bien y para mal. La ética de todo esto”. Los gobiernos pueden cambiar la conducta de los ciudadanos. Pero “es importante que todas estas políticas de cambio conductual, una vez acordadas las cuestiones éticas y una vez pactado cuáles debe ser sus objetivos, estén basadas en la evidencia científica”. Y el libro con el “Epílogo” [pp. 137-138], la “Bibliografía consultada” [pp. 139-141] y la “Bibliografía recomendada” [p. 143].
Hay muchos libros sobre sesgos, pero esta breve introducción de Helena Matute está muy bien escrita y se disfruta desde la primera página. Muy recomendable, sin lugar a dudas.
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